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Desarrollo
 
Globalización y Desarrollo Sustentable

Dificultades y perspectivas para el Sur

Este documento fue presentado en la mesa redonda organizada por la Red del Tercer Mundo y el Grupo de los 77 en Nueva York en abril de 1997. El autor contó con varios comentarios y aportes, en particular del embajador de Brasil, Celso Amorim, y de Richard Kozul-Wright y Andrew Cornford, economistas de la UNCTAD, a los cuales exime de toda responsabilidad por cualquier error u omisión.

Por Chakravarthi Raghavan


La década del 80, una vez dejada atrás, comenzó a ser descrita como una "década perdida" para el desarrollo. Pero a siete años de los 90, y a escasos tres años del siglo XXI, parece como si estuviéramos en peligro de perder el desarrollo en aras de la "globalización" y la economía "neoliberal" -que se predica pero no se practica- en los centros donde el neomercantilismo es la realidad que acecha detrás de la consigna de "libre comercio".

La globalización -como término y como concepto- se utiliza principalmente en contextos económicos, si bien abarca otras dimensiones. Pero el término ha empezado a utilizarse tan ampliamente y de manera tan indiscriminada en los últimos años, creando tanta confusión, que es necesario desmistificarlo, separando el proceso de los intentos por utilizar el términos con fines normativos y prescriptivos. Se representa al proceso con diversos términos gráficos, lo que origina discusiones en torno a si es inevitable (una noción marxista determinista del materialismo histórico que ahora han abrazado los neoliberales) o imparable. Pero sus normas prescriptivas están dentro del campo de la política y de la economía política nacional e internacional.

La integración de las trasnacionales

Según una publicación de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el término "globalización" fue utilizado por primera vez en 1985 (Theodre Levitt, "La globalización de los mercados") para caracterizar los profundos cambios de la economía internacional que tuvieron lugar en las dos décadas previas, la rápida y generalizada difusión por todo el mundo de la producción, el consumo y la inversión y el comercio de bienes, servicios, capital y tecnología.

No obstante, la globalización significa mucho más que una descripción de las tendencias económicas mundiales. Más bien, esta creciente interdependencia económica entre los países también está siendo utilizada en un sentido normativo para prescribir una estrategia de desarrollo basada en una rápida integración con la economía mundial (Nayyar 1995). Y la economía neoliberal -impuesta al Sur y los países el este europeo por las instituciones de Bretton Woods y la Organización Mundial de Comercio (OMC), está impulsando una versión de esta integración instrumentada a través de las trasnacionales.

La violación de la Carta de la ONU

En este proceso, las instituciones de Bretton Woods (el FMI y el Banco Mundial) y la OMC están dejando de lado a la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU), en flagrante violación de la Carta y el espíritu de las disposiciones de sus capítulos IX y X. Se trata de poner obstáculos a la ONU y sus organismos especializados para que no cumplan con sus responsabilidades en el ámbito económico, y se les pide que se dediquen a otros temas más "livianos". Aún así, con frecuencia dichas instituciones tienen que arreglar los líos creados por las políticas económicas impulsadas por las instituciones de Bretton Woods y la OMC.

Tal vez valga la pena recordar que la Carta de la ONU se negoció y surgió después de los acuerdos de Bretton Woods (que crearon el FMI y el Banco Mundial). La Carta, además, establece claramente que sus disposiciones están por encima de los acuerdos internacionales, tanto anteriores como posteriores a la Carta. En la medida que los miembros de la OMC (que también son miembros de la ONU) decidieron no establecer una relación formal con la ONU, actuaron en violación de las obligaciones dimanantes de la Carta.

Con el argumento de las restricciones presupuestarias y la necesidad de economizar, las ONU y sus instituciones están quedando sin fondos. Las instituciones de Bretton Woods y su personal predican la austeridad y el ajuste a los países en desarrollo y a las economías en transición, pero por su lado continúan con un altísimo nivel de vida, en el que no faltan comedores ejecutivos de lujo y viajes supersónicos. Las recetas del FMI, el Banco Mundial y la OMC para los países en desarrollo -que llegan como un "paquete" de "talle único"- están aumentando las filas de los pobres y los problemas de pobreza en todos lados, mientras que un pequeño grupo se enriquece cada vez más (PNUD 1996).

En la década del 80, la mayoría del mundo en desarrollo estaba atrapado en las garras de una crisis de endeudamiento externo, de caída de los precios de los productos básicos y de los ingresos, y de retroceso del desarrollo.

Muchos analistas, por lo menos en retrospectiva, asociaron los eventos y problemas que afectaron a los países del Sur en los 80, con la crisis Volcker de 1979 (cuando la Reserva Federal de Estados Unidos, bajo la presidencia de Paul Volcker, elevó de la noche a la mañana las tasas de interés de Estados Unidos en varios puntos) y con el abrupto cambio de rumbo de las posiciones políticas macroeconómicas del mundo industrializado. Aun cuando algunos de estos cambios tal vez fueran inevitables, el carácter continuado de algunas de estas políticas -en especial el exceso de énfasis en el combate a la inflación, desestimando otros elementos como el empleo y otros objetivos sociales- imprime una tendencia deflacionaria a la economía mundial.

Los programas de ajuste estructural

Como consecuencia de las posiciones políticas de las potencias y de la política de condicionamiento de los préstamos concedidos por las instituciones financieras internacionales -que se transformaron en las recaudadoras de las deudas con los bancos privados- los países en desarrollo se vieron forzados a adoptar programas de ajuste estructural bajo su tutelaje. El resultado de las nuevas políticas y la forma en que muchos de sus efectos se reafirmaron con los préstamos para el ajuste estructural, fue que la mayoría de los países en desarrollo experimentaron caídas en sus ingresos por habitante y sus niveles de vida, y experimentaron un aumento de la pobreza. Y muchos todavía no han recobrado los niveles de los 70 y están muy lejos de las tasas de crecimiento necesarias para siquiera hacer mella en el problema acumulado del desempleo, la marginación y la pobreza.

Algunos pocos países del Lejano Oriente lograron escapar a gran parte de la hecatombe porque sus gobiernos emprendieron sus propias reformas, ignorando el asesoramiento político de las instituciones de Bretton Woods y sus terapias de excluir al Estado del mercado, y por el contrario adoptaron una política en la cual el Estado y el mercado trabajaron en conjunto (Ha-Joon & Rowthorn 1995; UNCTAD 1996).

A principios del 90, en los preparativos de la Cumbre de Río de junio de 1992, el "desarrollo" fue reemplazado por el "desarrollo sustentable" (que tenía muchas definiciones y descripciones, pero dejó la impresión general de que era algo menos que desarrollo), que no sólo coexistió sino que a menudo pareció ser parte del dogma neoliberal dominante de la Economía mayoritaria. Y por un muy breve período, hasta la crisis de 1994 del peso mexicano, a muchos les pareció que este neoliberalismo ofrecía una respuesta a los males del mundo y pondría a los países del Sur nuevamente en la senda del crecimiento y el desarrollo sostenido.

Una visión romántica

La crisis mexicana, y sus secuelas, barrieron con las ilusiones del público, pero no con la teología neoliberal (fundamentalista) de los protagonistas que propone hacer sacrificios ahora con la promesa de obtener beneficios después. Los fracasos de la planificación central de los países del Este y de la función intervencionista del Estado en el Sur, nublaron la visión de los economistas, autoridades y élites de nuestros países ante los fracasos de la economía de mercado y del liberalismo o laissez faire económico del pasado, y el neoliberalismo actual.

Gran parte de la prédica de la economía y las políticas neoliberales se presentan a los gobiernos y al público bajo una óptica romántica de la historia del liberalismo y el laissez faire del siglo XIX (Bairoch 1993; Bairoch & Kozul-Wright 1996, Kozul-Wright y Rowthorn de., en vísperas de su publicación en 1997).

Una breve recapitulación

Gran Bretaña abrazó el laissez faire hacia 1840, 60 años después que Adam Smith escribiera La riqueza de las naciones y casi 30 años después del ensayo de David Ricardo en contra de las leyes del trigo y Los principios de la economía política y la tributación. Gran Bretaña adoptó el laissez faire después que se convirtió en líder, con una producción industrial por habitante en 1830 de alrededor de 250 por ciento más que el resto de Europa. Y el Comercio Libre Europeo comenzó alrededor de 1860, con el tratado anglo-francés, seguido de los tratados franceses con varios otros países europeos.

Del laissez faire al Estado intervencionista

Pero ese régimen liberal se derrumbó en la Europa continental a los 20 años, en que Francia y Alemania cambiaron el curso. Si bien las situaciones políticas y las rivalidades entre ambos países tuvieron alguna incidencia, no hay dudas que la opinión pública percibió que las ventajas del laissez faire favorecían principalmente a Gran Bretaña. Fue este cambio del laissez faire a la intervención del Estado en la economía lo que permitió que Francia y Alemania se industrializaran, y escaparan a los peores rigores de la Gran Depresión.

En la medida en que a los ahora llamados países del Sur se les había impuesto el laissez faire, quedaron excluidos de participar en la revolución industrial; la práctica obligada de la economía liberal británica en su imperio es responsable de gran parte del subdesarrollo del Sur. Y cuando Alemania y Japón no abrazaron el laissez faire británico, se trató de imponérselos negándoles a sus productos acceso a las materias primas y a los mercados, lo que contribuyó a las tensiones que desembocaron en las dos guerras mundiales (Nayyar, 1996). Casi todos los historiadores coinciden en que la primera guerra mundial se debió a este factor económico, que a su vez fue un elemento que contribuyó a los sucesos que dieron origen al nazismo y al fascismo, y a la segunda guerra mundial.

Un proceso confuso con un objetivo final

En la década del 90, el término globalización comenzó a utilizarse a diestra y siniestra, confundiendo los procesos en marcha en la economía mundial con el objetivo final de una economía de un único mundo, en que la historia y la geografía no importaran, un mundo futuro en que todas las diversas soberanías y entidades nacionales darían lugar a un mundo común, en que la gente, independientemente de su nacionalidad, raza y cultura, estaría "integrada" en una entidad única y viviría por siempre feliz. Pero, como señalamos anteriormente, la palabra ha sido empleada para describir el proceso así como para prescribir ciertas políticas y acciones (Nayyar, 1995 & 1996).

Pero a pesar de la caída del Muro de Berlín y del Nuevo Orden, la historia no ha terminado (Andre Gunder Frank y otros, 1996) y la geografía no se ha borrado para la gente. Incluso la aniquilación de la geografía para el capital es altamente selectiva.

Y la economía neoliberal, así como la libertad de comercio y de inversión que la acompañan, está confinada a los sectores de productos y servicios (finanzas, alta tecnología, incluidos los sectores de la información), en que el Norte tiene predominio y grandes ventajas de productividad. En otros sectores en que es el Sur el que tiene una ventaja, se habla de "comercio leal", refiriéndose al derecho a utilizar instrumentos selectivos como el antidumping y las medidas compensatorias, o regímenes proteccionistas especiales como en agricultura, y creando monopolios globales proteccionistas a través del régimen de propiedad intelectual de la OMC, para impedir el surgimiento de competencia en el Sur.

Globalización, pero no tanto

La globalización generalmente se ve como un proceso de la economía mundial -impulsado por la política económica neoliberal-, en el cual las trasnacionales ubican su producción y partes de sus sistemas de producción en diversos lugares del mundo para abastecer a todos los mercados. Pero incluso como proceso descriptivo, la realidad es bastante diferente. Los mercados financieros se han "globalizado", y funcionan durante todo el día y en todo el mundo. No ocurre lo mismo con la fabricación y el capital destinado a la fabricación, e incluso cuando las empresas se instalan en otros lados para abastecer mercados distantes, se trata de un fenómeno confinado a unos pocos países y regiones. El proceso de globalización ha llegado a ciertas partes del mundo en desarrollo, principalmente el Lejano Oriente y el sudeste asiático, y algunas regiones de América Latina, y dentro de esas zonas se distribuye de manera desigual. Y en todos lados se evidencia una creciente marginación. (Kregel, 1997; Holmn, 1997).

Más allá del término

Pero ahora se hace tanto uso y abuso del término "globalización" -por los economistas, políticos, periodistas, burócratas internacionales y tecnócratas- que éste ha perdido su valor. Se utiliza con el mismo sentido de términos como "apertura", "interdependencia" e "integración" (de diferentes economías nacionales en una única economía mundial), que en cierta forma son conceptos diferentes e implican varios otros factores y elementos (Panic, 1988).

Y en la mayoría de los países y para gran parte de la opinión pública, el término "globalización" ha comenzado a identificarse con los problemas que enfrentan los individuos comunes y corrientes: falta de trabajo, inseguridad laboral, jornadas más largas y duras por salarios e ingresos reales más bajos (entre los afortunados que encuentren trabajo) y otras penurias. Y para los pueblos de los países del Sur, la "globalización" se ha convertido en una palabra nueva para un sistema viejo: colonización o recolonización.

La ilusión de una economía aséptica

La globalización está claramente ligada a la economía neoliberal (y de hecho se ha vuelto inseparable). No es exagerado decir que en el mundo de hoy la reacción respuesta a la globalización y la economía neoliberal es en gran medida un factor que sus protagonistas están obligados a reconocer, pero que no pueden manejar. Como los problemas son prioritariamente políticos, las soluciones están en el reino de la economía política de las naciones y el mundo. Por eso, los economistas que han sacado a la política de la economía quedan inermes y sin poder manejar este fenómeno.

Ni Adam Smith ni David Ricardo eran "economistas" sino filósofos políticos cuya investigación de la economía material los condujo a hacer una serie de propuestas amplias y bastante pragmáticas para curar los males de las sociedades de su época. Su lucha fue contra el mercantilismo y el feudalismo. Y las teorías de Ricardo sobre la ventaja comparativa no se referían simplemente a modelos de comercio y ganancias, sino también al impacto del comercio internacional en la distribución del ingreso, la acumulación de capital y el crecimiento económico. Su oposición a las leyes sobre el trigo y su prédica por la adopción del libre comercio apuntaban a la redistribución del ingreso, en favor de la clase capitalista industrial que ahorraba e invertía y en desmedro de la burguesía terrateniente que no ahorraba o que sólo invertía en la agricultura, con sus magros retornos (Nayyar, 1996).

Las doctrinas de ambos estaban formuladas como para servir a los intereses de sus países.

Fue por eso que Adam Smith pudo predicar el liberalismo, aún cuando pudo justificar y defender las Leyes de Navegación británicas, utilizadas para controlar el comercio y envío de productos hacia y desde las colonias americanas. Y el ejemplo de Ricardo de la ventaja comparativa en el intercambio de textiles británicos por vino portugués fue posible únicamente porque el comercio de vino (embotellamiento, envío y comercialización en Gran Bretaña) estaba en manos de los británicos, cosa que Ricardo no pudo haber dejado de tener en cuenta. El libre comercio favoreció el crecimiento y la industrialización de Gran Bretaña, y provocó el estancamiento de Portugal. La inversión en el sector vestido en Gran Bretaña se asociaba con una alta rentabilidad y acumulación de capital, mientras que el de la producción de vino en Portugal tenía exigua rentabilidad. Pero Portugal lo aceptaba por la protección naval que le ofrecían los británicos (Nayyar, 1996).

Un modelo impuesto

Pero la economía neoliberal y los economistas de esta escuela excluyeron rigurosamente de su pensamiento y de sus consejos en materia de política, todo estudio y tema político y social así como las diversas culturas e historias de los países. Y cuando los economistas de las instituciones de Bretton Woods imponen en innumerables países un modelo uniforme y políticas basadas en ese modelo, sin consideración por las condiciones individuales de cada país, está condenado al fracaso. "La realidad es que los economistas generalmente carecen de elementos intelectuales y a menudo no están filosóficamente predispuestos a analizar el rasgo distintivo de una sociedad para proponer cambios que se adapten a las estructuras existentes." (Morrel, 1997).

Las instituciones de Bretton Woods y sus burócratas y economistas comenzaron a reconocer la creciente reacción contra la globalización y la economía neoliberal, pero no pueden manejarla más allá de prescribir algunos paliativos (como redes de seguridad social, etc.) a sus programas estructurales (UNCTAD 1997), y habilitar ciertos puestos de relaciones públicas, como consultas con las organizaciones no gubernamentales (ONG) en un esfuerzo por captarlas. Y algunos programas nuevos de las instituciones de Bretton Woods y los bancos de desarrollo regionales y multilaterales -con los consabidos condicionamientos que las acompañan-, en su afán por neutralizar ciertos grupos de presión y ONG del Norte, los están metiendo en un terreno peligroso pues están incursionando en la política interna de los países, lo que tendrá consecuencias profundas en las instituciones de Bretton Woods y los bancos regionales (Kapur, Devesh 1997; Mohammad, Aziz Ali 1997).

Es posible que algunas de estas medidas sean intrínsecamente meritorias, pero cuando son impuestas desde afuera a los países y a sus políticas internas, inevitablemente habrá una reacción -cuyos signos ya son visibles- con consecuencias negativas.

El sistema normativo de la OMC

Pero la OMC y su dirigencia cierran los ojos a lo que está ocurriendo, y siguen adelante con su versión de la globalización (desmantelando los estados y las reglamentaciones estatales, y ampliando el espacio para las trasnacionales) y con la economía neoliberal y las políticas y agendas neomercantilistas del Norte, acentuando los problemas. Como consecuencia, la reacción contra la globalización y la economía neoliberal en el mundo industrializado se está identificando con la OMC y su sistema.

El sistema de comercio de la OMC es presentado como un sistema normativo, con un proceso de solución de diferencias creíble y aplicable. Difícilmente se puede estar en desacuerdo con que un sistema multilateral basado en normas es mejor que acuerdos bilaterales basados en el poder.

Pero las 580 páginas de normas que constituyen el sistema son asimétricas y desproporcionadas e imponen una carga injusta a los países más pobres, al tratar a los desiguales como iguales. En ese sentido, para que el sistema logre aceptación y ofrezca estabilidad se identificaron unos 30 sectores -incluido el sistema de solución de diferencias- que deberían ser abordados de manera prioritaria. Los países en desarrollo no encararon este tema en Singapur, pero para que el sistema sobreviva esa debería ser la prioridad número uno en la Segunda Reunión Ministerial en 1998 (Das, B.L. 1996; Das, 1997).

Los procesos de gobernación y toma de decisiones de las instituciones de Bretton Woods se basan en el principio de un voto por dólar. Pero si bien este criterio puede ser válido para instituciones financieras y crediticias, resulta antidemocrático en la medida que estas instituciones comenzaron a incidir en la política económica, social y política de los países en desarrollo y las economías en transición, y estas políticas reflejan los intereses de las potencias.

La OMC, por otro lado, se basa en la igualdad de derechos y obligaciones de sus miembros, y en las decisiones por consenso -una práctica del viejo GATT que su sucesora está exhortada a seguir- pero con la posibilidad de votar, por varias mayorías y con diversos propósitos, como forma de resolver los temas.

La agenda de las potencias

Esto es en teoría, pero en la práctica el proceso decisorio en la OMC se utiliza para aplicar las agendas de las potencias, y en especial las de Estados Unidos y Europa occidental.

Los principales países industrializados no quieren que la OMC decida los temas democráticamente por votación, e insisten en preservar la regla del consenso. Pero el proceso decisorio está tan manipulado que pueden traer los temas de su interés y decidir imponiéndole al Sur el consenso, a través de los procesos de consultas informales. Pero los temas de interés para el Sur son descartados en la medida que no existe consenso y con frecuencia las potencias ni siquiera tienen que enfrentarse a la sucia tarea de bloquear el consenso, pues estos temas nunca se presentan formalmente a las reuniones.

Esto quedó ampliamente demostrado en las etapas previas a la reunión ministerial de la OMC en diciembre de 1996, y durante la misma. Aun cuando en el año que duró el proceso preparatorio el Consejo General de la OMC presentó e identificó una serie de problemas relativos a la aplicación de los Acuerdos de Marrakech de la Ronda Uruguay, y los fracasos de las potencias para cumplir sus obligaciones en la letra y el espíritu, todo esto sólo se reflejó en los discursos individuales de los países en Singapur (en su mayor parte ante reuniones plenarias desiertas), y no figuraron en absoluto en los procesos decisorios absolutamente carentes de transparencia y antidemocráticos de las consultas informales entre un pequeño grupo de países.

Falta de transparencia

La falta de transparencia del proceso decisorio de la OMC en la Conferencia Ministerial de Singapur fue tal que las ONG presentes consideraron que esa falta de transparencia afectaba no sólo a las ONG y la sociedad civil sino también a la gran mayoría de los países en desarrollo miembros de la OMC. Comprobaron que altos funcionarios y ministros de una gran cantidad de países en desarrollo eran dejados al margen y a último momento les presentaban textos que debían aceptar incambiados, de lo contrario se exponían a quebrar el consenso.

Las ONG del Sur que habían denunciando la falta de transparencia de la OMC para con la sociedad civil ¡se encontraron con que tenían que hacer campañas en defensa de los derechos de sus gobernantes! (SUNS e informes de la Red del Tercer Mundo).

El proceso de Singapur, y el anterior proceso de Ginebra, de consultas informales a jefes de delegación organizado por el director de la OMC, Renato Ruggiero, se dedicó exclusivamente a los nuevos reclamos y agendas de las potencias, en particular de Estados Unidos y la Unión Europea.

El único tema comercial abordado en Singapur fue el acuerdo plurilateral sectorial de aranceles cero para el año 2000 en Productos de la Tecnología de la Información, que había sido negociado principalmente entre los países del Grupo de los 4, los principales exportadores e importadores de esos productos.

Los mercados financieros se adueñaron de la democracia

En el umbral del siglo XXI se perciben crecientes signos de la fragilidad inherente del sistema de relaciones económicas internacionales. Cuando el mundo cambió del sistema de tipo cambiario fijo de Bretton Woods al sistema de tipo cambiario flotante -como consecuencia del repudio unilateral que hizo el presidente Richard Nixon de las obligaciones de Estados Unidos dimanantes del acuerdo del FMI- fue presentado como un modelo que aumenta la autonomía política y el poder democrático de los países. De hecho, resulta claro que incluso los países más poderosos han perdido autonomía política y que el poder democrático de los parlamentos para fijar las políticas económicas, y en especial las fiscales y monetarias, ha sido usurpado por los mercados financieros.

El sistema de comercio defiende e impulsa la liberalización con el argumento de que aumenta el bienestar social y beneficia a los consumidores. Esta es la premisa en función de la cual los países en desarrollo son empujados y arrastrados por la OMC (y el Banco Mundial, la Unión Internacional de Telecomunicaciones, etc.) para liberalizar sus servicios de telecomunicación. Pero hasta en los países más ricos parecería que la liberalización y desregulación del sector de telecomunicaciones provocará un aumento de los costos del servicio universal para los hogares (The New York Times, 30 de mazo de 1997).

A mediados de abril, la OMC empezó las negociaciones sobre servicios financieros, y los países en desarrollo están bajo presión para liberalizar sus sectores financieros.

Movimientos transfronterizos de fondos

Pero toda la evidencia sugiere que una consecuencia importante de dicha liberalización es aumentar la capacidad de los especuladores de mover esos fondos a través de las fronteras, y la escala resultante de esos movimientos plantea graves problemas de política, aun para los países más poderosos.

Para que los países en desarrollo puedan emprender los grandes cambios estructurales de su economía y aplicar las políticas que se les quiere imponer, necesitan importantes recursos externos y acceso a la tecnología. Pero por una serie de factores, las transferencias de recursos oficiales del Norte han mermado y la tecnología en el sistema de la OMC es un recurso monopólico que sus dueños, las trasnacionales, pueden retener -y de hecho lo hacen- para evitar competidores.

Al mismo tiempo, ha habido una gran afluencia de capitales privados. Según el Banco Mundial (Banco Mundial, 1997), el capital privado representa ahora más del 80 por ciento de los flujos netos a largo plazo hacia los países en desarrollo. De un total de 285.000 millones de dólares en 1996, los flujos privados representaron unos 244.000 millones, un aumento de 60.000 millones respecto del año anterior. Pero el 73 por ciento de la inversión privada fue a sólo 12 países. La mayor parte de África y muchos de los países más pobres del resto del mundo vieron pasar de largo estas corrientes de capitales privados, a lo que se suma la caída de la ayuda oficial para el desarrollo. Y en esas condiciones, se les pide a estos países que dependan del mercado y de la inversión extranjera.

Inversiones especulativas

En su informe, el Banco interpretó que estos flujos privados acuden al mundo en desarrollo debido a las reformas aplicadas en esos países en el marco de las políticas propuestas por el Banco. No obstante, reconoce que gran parte del auge inversionista en el mundo en desarrollo no está siendo dirigido por los denominados "fundamentos económicos", sino más bien por la promesa de obtener elevados intereses en los temas vinculados a la deuda, y por el interés de los especuladores en asestar golpes rápidos en los mercados accionarios locales. "Los inversionistas están ansiosos por diversificar las carteras y procurar mayores ganancias en los dinámicos mercados emergentes", dice el Banco. Por eso, las inversiones de cartera, muchas de las cuales son especulativas, han experimentado un crecimiento acelerado.

Pero esos flujos de recursos restringen el horizonte de la inversión productiva y no ofrecen bases estables para la industrialización y el desarrollo. Cuando Gran Bretaña y Estados Unidos negociaron el sistema económico de posguerra, los funcionarios de hacienda y las autoridades políticas de ambas márgenes del Atlántico estaban convencidos de que un sistema de comercio estable, basado en principios de libre comercio necesitaría un sistema monetario estable, y lo primero no duraría sin lo segundo.

La meta de la OMC de liberalizar los servicios y mercados financieros en el marco de un sistema de tipo cambiario flotante, donde los valores de las monedas suben y bajan no por razones económicas sino por movimientos especulativos de capitales de corto plazo, indica una creencia dogmática, contraria a la experiencia y los hechos pasados, de que un orden mundial de comercio basado en mercados abiertos podría sobrevivir en un mundo de desorden financiero en el cual actualmente ningún país está libre de los especuladores (Raghavan, 1997; Kregel, enero de 1997).

Mayor desempleo y desigualdad en el Norte

En los últimos 20 años, debido a la posición macroeconómica de los principales países industrializados y al énfasis en el control de la inflación como el objetivo de las políticas monetarias y fiscales, a la exclusión o desatención de otros objetivos como resolver el desempleo, la pobreza y la desigualdad, ha habido un desempleo creciente y persistente, estancamiento de los salarios reales de los trabajadores y creciente desigualdad.

Con todo el tema de la globalización y la reubicación -por parte de las trasnacionales- de fábricas o etapas de un proceso de producción en diversos lugares del Tercer Mundo, se está culpando al comercio Norte-Sur y a las importaciones más baratas del Sur, del desempleo del Norte y el descenso de los salarios reales de los empleados (tanto calificados como no calificados). Otros culpan a los cambios tecnológicos y la pérdida de competitividad. Pero ninguno ofrece una explicación adecuada.

Sin duda es cierto que en el Norte la mano de obra no calificada ha sido desplazada en una escala importante en varias industrias con uso intensivo de mano de obra: vestido y ropa interior, por ejemplo, donde los países en desarrollo aumentaron su participación en el mercado. Pero esto no es una explicación convincente del desempleo del Norte (UNCTAD, 1995 & 1996). En la década del 60, cuando los países más ricos enfrentaron una competencia creciente, de países como Japón e Italia, pudieron adaptarse porque las políticas económicas en expansión apuntalaban un ritmo rápido del crecimiento industrial y económico.

La imposición de obstáculos al comercio

Ante la falta de estas condiciones en el Norte, hubo una renovada presión para instalar obstáculos al comercio en contra de las "importaciones baratas" del Sur. Y en una serie de consideraciones, entre ellas normas laborales y ambientales, se ha avanzado en las teorías espurias de "comercio leal" así como la exigencia al Sur de incluir normas laborales más estrictas y establecer restricciones a las importaciones.

Como respuesta, aun cuando se resisten a exigencias proteccionistas más amplias, los principales países industrializados están haciendo uso y abuso de una variedad de instrumentos de comercio (como antidumping y medidas compensatorias) para obtener ventaja sobre las importaciones competitivas.

A menudo se sugieren los cambios tecnológicos como una causa alternativa para el aumento del desempleo en el Norte. Pero ésta explicación es en sí misma inadecuada. En el pasado también hubo avances tecnológicos en determinados sectores industriales que aumentaron la competitividad de las empresas, pero esto no ocasionó el desempleo estructural de hoy en día.

Y si bien en los países en desarrollo el Estado está siendo "desmantelado", hay intentos en filas de gobierno en el mundo industrializado por mejorar y aumentar la competitividad de las empresas nacionales, y la exhortación general a todos los países (de los economistas de las instituciones de Bretton Woods, de la OMC y de los think tanks neoclásicos) de aumentar la competitividad.

Pero creer que todos los países pueden llegar a ser igualmente competitivos va contra toda lógica económica.

Política macroeconómica

El aumento del desempleo no puede ser considerado aisladamente de la posición macroeconómica de los principales países industrializados, que impartió una tendencia deflacionaria a la economía mundial. Sin esa posición en materia de política macroeconómica, la contribución de otros factores, tales como la contribución del avance tecnológico al desempleo, podría haber sido mitigada o contrarrestada.

Hasta tanto no se resuelva esta contradicción -lo cual sólo puede hacerse internacionalmente de manera cooperativa-, a los gobiernos del Norte les resultará cada vez más difícil resistir las presiones proteccionistas y liberalizar sectores de importancia para los países en desarrollo.

La mayoría de esos países abrazaron la economía neoliberal y están luchando para abrir sus economías (y lo hicieron bajo presión de las instituciones financieras internacionales, sin obtener beneficios del sistema de comercio y sus propios interlocutores comerciales) e integrarse rápidamente a la economía mundial.

No obstante, para que sus políticas de crecimiento orientado a la exportación triunfen, el sistema multilateral de comercio de la OMC debe continuar evolucionando en la dirección de una mayor apertura de los mercados del Norte a sus exportaciones.

Un sistema a punto de estallar

Pero a menos que los problemas del Norte de desempleo y salarios reales deprimidos -en particular entre los trabajadores no calificados- se resuelvan con políticas macroeconómicas, el sistema multilateral de comercio de la OMC no podrá soportar las presiones y hará crisis.

Tal vez valga la pena recordar que la filosofía económica liberal se derrumbó en Gran Bretaña cuando el público ya no quiso soportar más penurias, desempleo y bajos salarios, creyendo que la economía liberal beneficiaría en el largo plazo a todos a través del efecto de goteo. Y los pocos que se beneficiaron de ese sistema no quisieron ver y no hicieron cambios, y el liberalismo hizo crisis.

En la India del imperio británico, la inseparabilidad del sistema político colonial y el sistema económico opresivo, expoliatorio, que empobreció a las masas, originó una situación revolucionaria y el movimiento de desobediencia civil de Gandhi que puso fin al dominio británico. Actualmente estamos frente a una situación similar -en el Norte y en el Sur- y los que están en la cúspide están demostrando una incapacidad similar para aprender las lecciones de la historia.


 

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