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Banca Multilateral de Desarrollo
 
Conferencia enfoca las ganancias que ofrecen las pensiones

por Fred J. Solowey


Numerosos banqueros internacionales y representantes de empresas inversoras se reunieron con colegas de fondos de pensiones, compañías consultoras y gobiernos de toda América Latina y del Caribe en un suntuoso hotel de Miami, el 19 y 20 de setiembre.

Su propósito, como lo expresó un consultor financiero, era ver "cómo obtener una participación en la acción" y las ganancias de la "Revolución Latinoamericana de los Fondos de Pensiones".

Incómodo entre una cantidad de consejeros de inversiones, consultores y banqueros, me encontraba allí representando a la Internacional de Servicios Públicos (ISP), observando un panorama de la ideología neoliberal en acción, aunque ese término apenas si se usa en Estados Unidos.

Presidía el acto Michael Tanner, del Cato Institute, un gabinete estratégico orientado al libremercadismo a ultranza que está acopiando fondos de dos millones de dólares para una campaña de socavación de la Seguridad Social de Estados Unidos. En sus exposiciones, Tanner repitió la consabida letanía del dogma neoliberal: que no hay ahorro en los sistemas de seguridad social basados en la cotización regular; que el sector privado siempre es más eficiente que el gobierno; que los impuestos más bajos y los recortes en el gasto público y en la regulación fomentan el crecimiento, etc.

Tanner desplegó sus gráficos y tablas de cifras inventadas para mostrar que la Seguridad Social de Estados Unidos está al borde de la crisis, y calificó los sistemas de cotización de Europa Occidental de "casos perdidos".

Claro está que se hizo un examen, sin asomo de crítica, de la experiencia chilena de 15 años con un sistema de inseguridad social llevado por el mercado y que es pregonado por el Banco Mundial (y la conferencia) como paradigma que se ha de imitar. Sin reservas, fue calificado de éxito, y la única mención que se hizo de la sanguinaria dictadura del general Augusto Pinochet se refirió a la suerte de que Chile tuviera un gobierno "con la voluntad política" para hacer los cambios necesarios.

Cuando una sucesión de oradores analizó y describió los nuevos sistemas de pensiones de Colombia, Perú, Uruguay y Argentina, y el peculiar sistema de pensiones de empresas que está generándose en Brasil, no se hizo la más ligera alusión a la repercusión social y económica que han tenido las "reformas" para la gente.

La oposición de los trabajadores al servicio de gobiernos, jubilados y otros grupos se mencionó algunas veces, pero en el tono de padres con más entendimiento que tienen que tratar con niños que se niegan a escucharles.

No se dijo que el presidente de Perú había tenido que suspender al Congreso para empezar en él su programa de pensiones privadas, ni tampoco que la tenaz y militante oposición de los empleados públicos habían forzado modificaciones del nuevo programa de pensiones de México, ni tampoco que los sindicatos argentinos con su temprana oposición habían impedido la destrucción total de la seguridad social.

El banquero argentino Felipe Rodolfo Murolo, por ejemplo, lamentó el hecho de que hubiera "tomado mucho tiempo obtener la aprobación" de un sistema semejante al chileno, debido a la oposición popular.

El superintendente adjunto del nuevo sistema de pensiones privadas, Ignacio Krueger, se ufanó de las "fenomenales ganancias" que se estaban obteniendo y del éxito en dificultar mucho más el que una persona activa obtenga de la Seguridad Social de Argentina una pensión por incapacidad. "Cuando hicimos los cambios", dijo con una sonrisa desdeñosa, "la salud del país mejoró de repente".

Por supuesto que el cambio que realmente ocurrió fue una agravación de la penuria de los trabajadores que ya no tenían capacidad física para trabajar ni tampoco podían recibir compensación.

Viendo la experiencia de Argentina, Michael Tanner del Cato Institute, informó con alegría que había sido invitado a participar en las festividades de celebración del segundo aniversario del nuevo sistema en Argentina.

Se ignoró el hecho de que los jubilados no tienen motivo de celebrar nada en Argentina.

Tampoco se dijo que el gobierno argentino, inclinándose ante la presión del Banco Mundial y de los intereses financieros internacionales, había recortado drásticamente las pensiones de la mayor parte de los tres millones de jubilados a escasos 150 dólares por mes, o sea menos de la mitad del mínimo requerido para la alimentación y la vivienda.

Un programa más amplio fue presentado enfáticamente al auditorio por Antonio Vilamil, presidente de los Washington Economics Groups y primer orador principal del día. Vilamil se describe a sí mismo como "asesor exclusivo de consejos de dirección en materia de relaciones económicas, financieras y gubernamentales", y es un actor en la planificación de campañas en pro de una zona de libre comercio para las Américas.

Vilamil puso de relieve que la privatización de la seguridad social debe acompañarse, como en Chile, de toda una serie de "reformas de economía de libre mercado" que elimine todo obstáculo a la libertad de las empresas.

Así, los activos del Estado deben privatizarse, y las regulaciones de protección ambiental, los programas gubernamentales y el empleo, lo mismo que la legislación protectora, tienen que reducirse. También han de rebajarse los impuestos sobre beneficios de empresas. Luego, tenemos el problema de los sindicatos y la necesidad de "mercados de trabajo flexibles".

"Sin una reforma laboral no es posible el sistema de libre mercado", dijo Vilamil, lamentando todo resto de restricción en cualquier país donde "los ejecutivos de empresas no pueden determinar cómo y cuándo disponer una suspensión temporal de personal en caso de necesidad".

Un orador de Uruguay, Luis Viaja, jefe de una empresa privada de pensiones y uno de los muchos "Chicago boys" (economistas formados en la Universidad de Chicago) que hablaron en la conferencia, señaló francamente que la gente de su país "supone que el sistema no les beneficiará". Mientras que los inversionistas sólo conocen el olor del dinero, al común de la gente todavía puede olerle a gato encerrado.

(Fuente: Focus. Diciembre de 1996)
 


 

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