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Comercio
 
Conferencia Ministerial de la OMC

Dos ganadores y un perdedor
en Singapur


El 13 de diciembre finalizó en Singapur la primera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio, con la adopción de una Declaración de la cual ni los ministros ni los delegados tuvieron siquiera una copia oficial final.

por Chakravarthi Raghavan


Si la Ronda Uruguay de negociaciones comerciales multilaterales culminó en Marraquech con algunos ganadores y muchos perdedores, la primera Conferencia Ministerial, después de casi dos años de vida de la Organización Mundial de Comercio (OMC) finalizó, tras cinco días de arduas negociaciones carentes por completo de transparencia, con dos ganadores y un perdedor.

El primer beneficiado de esta reunión es el mundo industrializado -y en primer lugar la Unión Europea y Estados Unidos-, ya que el establecimiento de un nuevo Imperialismo favorece sus intereses neomercantilistas.

El segundo beneficiado es Singapur, país sede de la Conferencia, que logró tanto que ésta culminara con una Declaración consensuada como su objetivo de convertirse en centro de una reunión internacional, como facilitador y como punto de entrada, ya que no cabeza de puente, a los mercados nacientes de Asia y del mundo en desarrollo. El perdedor es el mundo en desarrollo. Nada que surja de esta reunión resolverá los problemas de marginación de las grandes mayorías del mundo ni asegurará equidad y justicia para los pobres en este sistema.

En la reunión informal de los Jefes de Delegación, poco antes del plenario oficial final, se agregaron un par de líneas al texto pidiendo al Consejo General que considerara cómo deberá observarse el próximo quincuagésimo aniversario del sistema multilateral. ¡Y el argumento fue que no hubo tiempo suficiente para incorporar este agregado y editar un nuevo texto final para distribuirlo entre todos los delegados!

En el plenario abierto final, el presidente de la Conferencia, el ministro de Comercio de Singapur, Yeo Cheow Tong, hizo observaciones referidas específicamente al párrafo sobre normas laborales de la Declaración y garantizó públicamente que no supondría que la OMC pasara a tener competencia para continuar trabajando sobre la relación entre comercio y normas laborales básicas. Todas las negociaciones se desarrollaron entre unas 30 delegaciones (cada una con un ministro y un asesor). Las otras delegaciones no sabían lo que estaba pasando y en la reunión informal de Jefes de Delegación hubo quejas de varios países, y no sólo de los más pequeños.

Yeo Cheow Tong, y el director general de la OMC, Renato Ruggiero, presentaron disculpas y se comprometieron a impulsar un proceso más transparente y eficiente. Cuando Ruggiero asumió el cargo en mayo de 1995, anunció que uno de sus objetivos prioritarios sería dar mayor transparencia a la OMC. El que 19 meses más tarde tantos países se estuvieran quejando de falta de transparencia, y que el director general sólo pudiera prometer algún método nuevo que, según su vocero, todavía debía ser diseñado, es un elemento a tener en cuenta con relación a los problemas que enfrenta la OMC.

Puede considerarse que, de hecho, el Norte y el país anfitrión son ganadores en una perspectiva a largo plazo, ya que no es posible una prosperidad duradera para unos pocos rodeados de la creciente pobreza de la mayoría. El sistema de la OMC es también intrínsecamente asimétrico y por tanto inestable en un mundo de crecimiento lento. Los 15 años de neoliberalismo están mostrando signos de receso.

El mundo en desarrollo en su conjunto no sólo no ganó nada en Singapur sino que perdió. Todos sus problemas volvieron a quedar en suspenso, tal como sucedió en las anteriores rondas de negociaciones del GATT, donde incluso antes de que pudieran aplicarse sus compromisos las potencias presentaron nuevas exigencias al mundo en desarrollo. Y las consiguieron.

Pero los gobiernos de los países en desarrollo no pueden eludir su cuota de responsabilidad tanto individual como colectiva por este resultado, por su permanente desunión y falta de coordinación, y por tratar de complacer los estrechos intereses comerciales de sus grandes socios comerciales y filiales trasnacionales. Sus discursos enérgicos pronunciados en los cónclaves más recientes, sus posiciones conjuntas sobre algunos de los temas nuevos, todo se vino abajo en Singapur. Uno tras otro fueron cediendo a las presiones de Estados Unidos, la Unión Europea y la jefatura de la OMC, temerosos de ser señalados como responsables del fracaso de la Conferencia.

El cambio de posición en temas claves, sin aviso o consulta previa, desbarató los lentos esfuerzos de los países en desarrollo por crear un frente unido, y ahora para recuperarlos necesitarán mucho tiempo, cuando el tiempo no está de su lado precisamente. Gran parte de la responsabilidad por la postergación de los problemas de aplicación del mundo en desarrollo recae en el director de la OMC y el país anfitrión. Ruggiero, ex funcionario de la Unión Europea, ministro de Comercio de Italia y luego ejecutivo de la empresa FIAT, llegó al cargo con su propia "agenda" -lo que proclamó orgullosamente en una entrevista reciente con el Wall Street Journal- y la ha estado impulsando durante los 18 meses de viajes por todo el mundo: de Auckland a Vancouver, de Buenos Aires a Seúl y Tokio, y de Washington a Bruselas. Por otro lado, su agenda coincide con las de Estados Unidos y la Unión Europea.

El país anfitrión, en un intento por asegurar el éxito de la Conferencia, se vio forzado a mostrarse más consustanciado con las "necesidades" de Estados Unidos y la Unión Europea y utilizó todas sus cartas para que la ASEAN, y otros países asiáticos y africanos cedieran.

El resultado fue que se dedicaron cinco días de intensas reuniones y "negociaciones" y "consultas plurilaterales" a las agendas de la Unión Europea y Estados Unidos: inversión, política de competencia, compras del sector público y normas laborales. No se prestó atención a ninguno de los temas que afligen a los países en desarrollo. Todo el proceso preparatorio ha estado centrado en los "temas nuevos" introducidos por Estados Unidos y la Unión Europea, y cómo adaptarlos y hacerlo con cierto "lenguaje reconfortante" que los representantes de los países en desarrollo puedan usar al regreso a sus países para convencer a sus ciudadanos de que sus intereses fueron tenidos en cuenta. El comisionado de Comercio, Leon Brittan, introdujo a último momento, en consultas cerradas, la tan promocionada prédica de Ruggiero sobre "integrar" a los países menos adelantados a la economía mundial a través de un Plan de Acción para el acceso libre de impuestos a sus exportaciones. Estados Unidos expresó que no podía aceptarlo por problemas de índole jurídica y por no tener venia del Congreso. Y los países menos adelantados, los más pobres de los pobres del mundo, no tienen más que un plan de acción que, en el mejor de los casos, espera "el máximo empeño" de los países industrializados y de los más adelantados entre los países en desarrollo, para ofrecer mayor acceso libre de impuestos, como un proceso autónomo. Esto, al igual que el viejo Sistema Generalizado de Preferencias o las Preferencias de Lome, es poco probable que ayude a los países menos adelantados a lograr cambios estructurales y asegurar la capacidad productiva.

Existe sólo la promesa de una reunión en 1997 de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el Centro Internacional de Comercio y los organismos de ayuda e instituciones financieras multilaterales y países menos adelantados para impulsar un "enfoque integrado" que ayude a estos países a incrementar sus oportunidades comerciales. En el lenguaje codificado de los organismos de cooperación, "integrado" no incluye ayuda adicional. En 1982, el veterano representante de Brasil George Maciel señaló que el GATT era un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los ministros. Dijo que no estaba siendo antidemocrático, sino que tenía en cuenta los aspectos técnicos y la complejidad (e interconexiones) de las normas en distintas áreas, y el hecho de que los ministros y funcionarios de los países en desarrollo no tenían las herramientas para comprender y negociar con sus pares del Norte, en caso de que tuvieran la oportunidad de hacerlo.

En Singapur, los ministros de los países en desarrollo tampoco pudieron hacerle frente al bloque formado por Estados Unidos, los ministros de la Comisión Europea y el director de la OMC. La Conferencia Ministerial de Singapur también dejó en evidencia que la asimetría y falta de transparencia del viejo sistema del GATT se acentuó e incrementó en los dos años de sistema "normativo" de la OMC y que los intereses y preocupaciones del mundo en desarrollo recibe menor atención aún que bajo el GATT.

Este sentimiento fue compartido por varios delegados y ministros de países en desarrollo, observadores y la "sociedad civil". Ministros del mundo en desarrollo que habían mantenido reuniones aquí con ONG, confesaron haberse sentido impotentes e ignoraban lo que estaba ocurriendo. Algunas ONG manifestaron sorpresa de que los ministros y funcionarios de sus países tuvieran menos información que ellas.

Y mientras, de regreso, los ministros y funcionarios informaban cómo habían sido contemplados sus intereses, las ONG y los periodistas ahondaron su comprensión de la realidad de la OMC: un instrumento para gobernar el mundo en representación del mundo industrializado y, potencialmente, un factor desestabilizador del sistema internacional, según palabras del secretario general de la UNCTAD, Rubens Ricúpero, o el instrumento del Nuevo Imperialismo Trasnacional, como lo consideran muchas ONG.

En un foro realizado en Singapur en vísperas de la Conferencia, ONG de países del Sur y el Norte tuvieron claro que la OMC, con su falta de transparencia y sus reservas, es una institución antidemocrática e "ilegítima". Por eso es necesario denunciar a la OMC como una institución que promueve los intereses del Norte y sus empresas.


 

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