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Finanzas
 
El imperio del dólar

La lógica del ocaso


La caída del dólar estadounidense no es fortuita, afirma Frederic Clairmont. Debe ser vista en el contexto del endeudamiento mundial y la generación exponencial de deudas.

por Frederic Clairmont (*)


Una vez superadas las últimas situaciones de pánico, los mercados de divisas están buscando algún atisbo de esperanza y cierta estabilidad. Pero ni la esperanza ni la estabilidad figuran en el libreto. De forma acelerada, el universo del capital financiero de 1995 continuará con su estado crónico de inestabilidad, temor, bancarrotas y desempleo a gran escala. Los ecos de la eclosión del dólar están lejos de haberse extinguido, pues se trata de un proceso que va mucho más allá de lo que la prudencia económica convencional calificaría como "una corrección del mercado". El imperio del dólar y la galaxia financiera en la cual tiene su órbita son una bomba de tiempo activada.

Toda similitud con una posible estabilidad financiera internacional desapareció con las sacudidas del mercado y las exacciones de dinero ocurridas en las últimas semanas. Nada augura un retorno a la "normalidad".

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) está en la cuerda floja, la economía canadiense se encuentra sumida en el endeudamiento, agravada por un dólar que se devalúa constantemente. El éxodo de capitales a gran escala -por valor de miles de millones de dólares- está en marcha en América Latina. Lo que amplió la implosión del dólar fue su coincidencia en el tiempo con la erupción política y económica en México; el colapso ignominioso de uno de los pilares más sólidos de la estructura financiera británica, y la desestabilización financiera mundial.

Si bien las monedas cuasi coloniales del hemisferio occidental han bajado con respecto al dólar, los papeles comerciales emitidos por los bancos, que son la mayor moneda de reserva del mundo,han sido vapuleados por dos grandes monedas imperiales. La precipitada caída de la principal moneda de reserva mundial es una función continua del relativo deterioro mundial del imperio estadounidense. Por otro lado, subraya la dinámica de los antagonismos interimperialistas que están haciendo trizas la de por sí endeble estructura de la economía mundial. La debacle del dólar -y las políticas que generaron su patología en los últimos treinta años- se está aproximando rápidamente a un ajuste de cuentas. Pero, por supuesto, el desventurado dólar no es una golondrina solitaria.

La eclosión del dólar

La magnitud del declive del dólar desde principios de 1995 es alarmante. Pero, ¿por qué este hecho sorprende a tantos, ante la ausencia de una disciplina monetaria internacional, distinguida por el sabotaje de Estados Unidos al acuerdo de Bretton Woods? Se recordará que la liquidación del Patrón de Cambio Oro del Dólar dio origen al Sistema Cambiario de Tasa Flotante. Esto es a ningún sistema.

En igual medida que los agregados del ingreso nacional, las trayectorias de las monedas a lo largo del tiempo son barómetros bastante precisos de la salud económica de un país, o inversamente, como en Estados Unidos, de su fragilidad inherente.

Los males de los papeles comerciales emitidos por los bancos con respecto a las dos grandes monedas imperiales ya eran visibles antes de agosto de 1971; y fue uno de los factores que incidieron en la deserción de Estados Unidos con respecto a Bretton Woods. El universo del gran capital está experimentando una inflexión crucial en la historia de las relaciones financieras internacionales de posguerra. La estructura del capitalismo financiero es generalizadamente corrupta y tambaleante.

Bancos, compañías de seguros, fondos mutuales y de pensión, mercados cambiarios y corrientes financieras andan a la deriva, zarandeados por gigantescos tornados especulativos cuyos efectos devastadores previsiblemente adquieren dimensiones cataclísmicas. Sólo el 2% de más de un billón de dólares diarios por concepto de transacciones se destina a fines productivos. Con el dólar comandando la partida, las transacciones bancarias y financieras no son más que un colosal juego de dados en el que participan "mega-instituciones" financieras que no dan cuentas de sus actos a ninguna entidad nacional.

No a la prudencia presupuestaria

La eclosión del dólar no es fortuita; en esencia, surge de la negativa criminal a todo acto de rectitud fiscal y prudencia presupuestaria por parte de los administradores financieros de Estados Unidos. En el mismísimo momento en que la apoplejía del dólar estaba en su apogeo, el Congreso estadounidense tuvo la arrogancia de rechazar la Enmienda del Presupuesto Equilibrado. En suma, los déficits continuarán acumulándose a tasas de interés compuesto.

Entre las razones que han afectado al dólar, la libre caída del peso (?) no reviste demasiada trascendencia. Pero sí la peligrosa diferencia creciente entre el ahorro y la inversión, los diferenciales de las tasas de interés y productividad; las olas periódicas de déficit presupuestario y de las cuentas corrientes, unidos en el derroche.

La deuda nacional estadounidense (5,1 billones de dólares) alcanza niveles estratosféricos, mientras el sistema bancario y de crédito "casino" es a la vez arcaico e injusto, incapaz tan siquiera de cumplir los requisitos mínimos de un nivel de desarrollo nacional moralmente aceptable. Esta es apenas una selección de elementos formalmente cuantificables que conforman la patología del dólar. Su evolución letal continuará teniendo desastrosas repercusiones políticas tanto nacional como internacionalmente. Examinemos brevemente algunos de los factores que nutren la ilusión de la casta oligárquica de Estados Unidos de que puede seguir viviendo indefinidamente del dinero de los demás.

El significado de los números

Una vez más la deuda pública, privada y empresarial de Estados Unidos alcanzó en 1994 niveles sin precedentes. Pero todavía no se llegó a la cima. Estados Unidos necesita anualmente un mínimo de 225.000 millones de dólares para alimentar sus déficits. Esto indica hasta qué grado está viviendo de tiempo y dinero prestados, es decir, de los ahorros del mundo. Su tasa de ahorro neta fue medida en el 2,6% del ingreso disponible en 1994, bastante más baja del 9,4% promedio de los años 50 y los 60. A pesar de un excedente comercial sin precedentes -de 140.000 millones de dólares- el dinero para cubrir este déficit no vendrá de Japón. El empresario Soga Shosha lo dijo sin ambages: "No sé cuál será el piso del dólar: 90, 80, 70 o 50 yenes, ¿o tal vez menos?". Esta pregunta sintetiza la profundidad de la tragedia del imperio.

La embriaguez de los años 80, cuando los dólares fluían por doquier, se ha esfumado. Además de los costos que insumió la reconstrucción de Kobe, los balances de los bancos japoneses todavía están repletos de préstamos no productivos. Esto tiene su origen en la explosión de la burbuja en 1991, así como en la necesidad de apuntalar un mercado de divisas tambaleante. Además, la caída especulativa del Barings hizo sangrar a muchos bancos japoneses. Pero eso no es todo.

La depreciación de los papeles comerciales calcinó a los inversionistas japoneses. Las pérdidas, desde 1975, ascienden a una apabullante cifra de 430.000 millones de dólares. El empresario Mitsui preguntó indignado: "¿Por qué debemos invertir en una moneda cuyos propios administradores pisotearon?" Por cierto, los inversionistas japoneses seguirán colocando dinero en Estados Unidos, pero cada vez más a corto plazo. Los tesoreros del mundo empresarial de Japón ya han dirigido sus miras a otras regiones del mundo.

A fines de 1994, el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos alcanzó los 166.000 millones de dólares. Según una estimación del Departamento de Hacienda, en 1995 aumentará a 190.000 millones. Esta cifra debe también vincularse con las salidas de capital de Estados Unidos de 55.000 a 60.000 millones de dólares a los mercados de bonos y de capital, así como con las obligaciones de deuda extranjera neta de 600.000 millones de dólares. Durante mucho tiempo se ignoró la succión de riqueza del exterior. Ahora el flujo de ingresos de Estados Unidos es negativo. Sobre la premisa de que el déficit comercial, incluidas las transferencias, se sitúa en el orden del 2% del PIB, las salidas se acumularían rápidamente. Esto significa que el déficit en cuenta corriente continuaría aumentando y también la deuda externa neta. ¿De dónde saldrán los dólares para pagar todo esto?

Velocidad del deterioro financiero

Un balance tiene dos caras: el debe y el haber. Los costos de las tasas de interés y los reembolsos ya absorben una parte considerable de las entradas federales. ¿Acaso la oligarquía olvidó cómo se calcula la tasa de interés compuesto que comprende el pago tanto del interés como del capital? Este desastroso balance nacional empeoraría aún más si las tasas de interés aumentan y la balanza comercial agrava su deterioro. De continuar las tendencias actuales, es muy probable que para el año 2000 la deuda neta llegue al 45 o 50% del PIB.

Lo que asusta de estas cifras no es sólo hasta qué punto Estados Unidos vive por encima de sus posibilidades -lo que viene haciendo desde hace mucho tiempo- sino con qué rapidez ocurrió el deterioro financiero. Por supuesto que tales niveles de endeudamiento no son de ninguna manera exclusivos de Estados Unidos. La deuda pública de Italia se sitúa hoy en el 120% de su PIB. Esto significa que su deuda es un 20% mayor que su PIB. El pago de los servicios de la deuda acapara nueve décimos de su PIB. Italia, otro México en ciernes, está en el camino de una implosión financiera aun más aplastante.

El contexto general

La crisis del dólar debe ser analizada dentro del contexto de endeudamiento mundial y de creación exponencial de deuda. La deuda empresarial, familiar y gubernamental supera la cifra estimada de 31 billones de dólares, con una tasa compuesta anual de aproximadamente 9%, o sea que aumenta tres veces más rápido que el PIB y el comercio mundial. Estas tasas son insustentables. En ese caso, ¿a qué altura, podría preguntarse, estallará la burbuja financiera mundial? No hay una respuesta precisa a esta pregunta. Y la liberalización sin restricciones y la concentración de capital -que en 1994 alcanzaron los 336.000 millones de dólares, superando el récord de 335.000 millones de 1988- no hacen sino exacerbar esta masa crítica de dinero. Estas cifras se refieren exclusivamente a Estados Unidos.

Si no se pone un freno a este ritmo, para finales del siglo el valor de las uniones, fusiones y adquisiciones no estará lejos de los 12.000 millones de dólares a nivel mundial. Este es el aspecto numérico de lo que califiqué como el "Gulag Económico Empresarial". Para decirlo de otra forma: la magnitud de esta cifra con sus terribles efectos "carcelarios" -políticos y sociales- es que representa más del doble del PIB estadounidense de 1993.

Mercados cambiarios:
los gángsters del mundo

El dilema del dólar debe también vincularse con el auge de los mercados cambiarios. En 1986, se efectuaron transacciones diarias por valor de unos 290.000 millones de dólares; en 1990, la cifra era de 700.000 millones; para fines de 1994 escalaron a los 13 billones de dólares. A esta altura, comparado con el crimen organizado del mundo del capitalismo financiero, los gángsters del BCCI, los manipuladores de Savings and Loan Associations, los estafadores de Milkens y Keatings parecen un grupo de amateurs. La estafa mundial descontrolada y gigantesca ocurre cada hora, las 24 horas del día, apostando sobre los márgenes más mínimos y amasando gigantescas fortunas (y perdiéndolas también) en fracciones de segundo con el dinero de ese producto o productos. Esto ocurre no sólo en los mercados de derivados sino en el espectro total del capital financiero.

Debido a la falta de sincronización en el funcionamiento de los mercados mundiales, no es posible prever en qué momento específico estallará la burbuja. Pero puede afirmarse que la economía de burbuja de Japón a punto de estallar; la descomposición de las estructuras financieras y políticas de México; el desplome del dólar y la velocidad de la desintegración del Barings son tan sólo la antesala de la inminente catástrofe de un auténtico Big Bang.

Síntesis

El dólar como moneda está jaqueado, pero su función central en la galaxia monetaria plantea interrogantes cruciales no sólo sobre la trayectoria futura de las fusiones y la liberalización sin restricciones de las "mega-empresas", sino sobre la naturaleza misma de la capacidad de supervivencia del capitalismo a punto de entrar en su tercer milenio. Cinco años después de la caída del Muro de Berlín, ¿dónde están los protagonistas del Nuevo Orden Económico que cantaban las glorias de un liberalismo económico a ultranza? Los ideólogos desacreditados del "libre comercio" corrieron para ponerse a cubierto. Sus voces otrora clamorosas han quedado reducidas a un balbuceo incoherente. La mitología del libre comercio -siempre fue un mito- quedó hecha trizas. La lógica del ocaso del dólar nos ayuda a entender por qué.

(*) Frederic Clairmont es especialista en comercio y finanzas internacionales, es colaborador regular de la Red del Tercer Mundo.


 

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