Comercio
 

¿Y ahora qué?

Declaración de la Red del Tercer Mundo sobre los acontecimientos del último día en Cancún

La reunión de Cancún de la Organización Mundial de Comercio (OMC) culmina sin acuerdo sobre el texto de Declaración Ministerial. La razón inmediata es que no se pudo lograr un acuerdo sobre los temas de Singapur en el pequeño grupo exclusivo de consulta conocido como la reunión de "sala verde".

Muchos países en desarrollo -incluidos los del Grupo de Países de África, el Caribe y el Pacífico (ACP), la Unión Africana, los países menos adelantados y los países asiáticos como India y Malasia- dejaron bien claro en la reunión de sala verde que no querían que la Conferencia Ministerial resolviera lanzar las negociaciones sobre los temas de Singapur (inversiones, competencia, transparencia de la contratación pública y facilitación del comercio). Aunque estos países estaban bajo presión – en particular, de la Unión Europea- para que acordaran negociar en al menos algunos de esos temas, se mantuvieron firmes en su posición.

La razón que dieron fue que ponerse a negociar estos temas desviaría los escasos recursos humanos y de negociación de los asuntos directamente relacionados con el comercio, tales como la agricultura y los productos industriales. Los acuerdos sobre estos temas tendrán serias implicancias para las economías y las perspectivas de desarrollo, y no hay consenso sobre las modalidades a adoptar para las negociaciones. Reclamaron la continuación de las discusiones sobre los temas referidos en lugar de iniciar las negociaciones para nuevos tratados.

Desafortunadamente, los principales países desarrollados y en particular la Unión Europea, persistieron con sus presiones para que los países en desarrollo aceptaran las negociaciones. Esta fue la principal causa de la situación de estancamiento que se produjo.

La razón más profunda se encuentra en el sistema de redacción de textos en la OMC y su falta de transparencia y democracia. Pese a que 80 países en desarrollo presentaron formalmente su posición rechazando el comienzo de las negociaciones, el facilitador y el presidente de la Conferencia produjeron un borrador en el que se resolvía el lanzamiento de las negociaciones en tres de las áreas: contratación pública, facilitación del comercio e inversiones. Esta actitud generó frustración, disgusto e incluso indignación, ante el sesgo contrario a los países en desarrollo que esto suponía, y así lo manifestaron estos países en la reunión de jefes de delegación de la noche del sábado 13 de setiembre y en la reunión de sala verde.

Esta situación ha empujado a la OMC al borde de una crisis de credibilidad. Si se quiere recobrar la credibilidad y volver a encauzar el sistema de comercio por un buen camino, será necesario hacer lo siguiente:

1. Es tiempo de reconsiderar si los "temas de Singapur" corresponden a la órbita de la OMC, ya que no son temas comerciales y los intentos por incorporarlos al sistema vienen causando desde hace muchos años infinidad de asperezas y divisiones.

2. Los países en desarrollo están mejor organizados esta vez y han demostrado que no están dispuestos a ser intimidados para aceptar decisiones a las que se oponen. Los países desarrollados deben respetar este nuevo protagonismo de los países en desarrollo y reelaborar la forma en que operan en lo que hasta hace poco tiempo funcionaba como un club exclusivo de los ricos.

3. Debe reformarse el sistema de toma de decisiones de la OMC para que sea más transparente y democrático, para que los países en desarrollo miembros puedan participar más efectivamente, en particular en la redacción de los textos. Debe crearse inmediatamente un comité especial en la OMC para llevar a cabo estas reformas democráticas, que fueron prometidas desde el fin de Seattle pero que nunca se concretaron.

La manera en que culminó la reunión de Cancún, sin acuerdo y con divisiones tan fuertes, es otro llamado de alerta al sistema. Ahora urge tomar medidas que transformen a la OMC en una organización que respete verdaderamente a los países del Sur y a sus objetivos de desarrollo, tanto en materia de normas como en el sistema de toma de decisiones. Esta podría ser la última oportunidad para emprender las reformas. Si no se dan las reformas, sólo habrá más crisis y pérdida de legitimidad y credibilidad en el sistema. Y los países desarrollados, que tanto se han resistido al cambio, serán quienes deberán cargar con la culpa.


 

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