Agricultura

 

Agropecuaria orgánica en América Latina

Opciones productivas y exportadoras

La agricultura y ganadería orgánica está creciendo aceleradamente en América Latina, en especial por el empuje exportador. El mercado mundial orgánico supera los 23.000 millones de dólares y sigue avanzando con un alto ritmo.

Por Eduardo Gudynas

En un contexto de crecientes problemas en las exportaciones agropecuarias y en el mercado alimentario mundial, la producción orgánica encuentra nuevas ventajas en América Latina. Según el reciente informe de la Federación Internacional de Movimientos por la Agricultura Orgánica (IFOAM), América Latina ha pasado a poseer el 21,4 por ciento de la superficie orgánica mundial (casi cinco millones de hectáreas en un total de casi 23 millones a nivel global).

La producción orgánica es natural, no utiliza fertilizantes químicos, no se aplican agrotóxicos, el ganado se alimenta de pasturas naturales, y no recibe hormonas ni raciones artificiales. Este tipo de prácticas tiene una larga tradición en América Latina, en especial en la agricultura campesina tradicional. Pero en los últimos años se ha potenciado por el incremento en la ganadería orgánica.

El informe 2002 de IFOAM indica que la mayor superficie orgánica se encuentra en Argentina y el segundo puesto lo ocupa Uruguay. En los dos casos, la mayor parte del área se dedica a la cría de ganado, especialmente bovino, bajo condiciones orgánicas. La superficie en varios países es mayor si se incorporan las áreas donde se recolectan plantas silvestres, estimada en más de 10 millones de hectáreas. Ese tipo de recolección sustentable, especialmente en países como Brasil o Bolivia, tiene lugar en amplias superficies, ocupa a muchas personas y provee importantes productos para la comercialización.

Si se considera el porcentaje del área bajo producción orgánica sobre el total de la superficie agropecuaria, Uruguay pasa a ocupar el primer puesto en el continente, con cuatro por ciento. En el segundo lugar aparece distanciada Costa Rica, con dos por ciento, seguida de Argentina y Chile, con superficies similares (1,89 y 1,5 por ciento, respectivamente). La proporción del área orgánica en los demás países latinoamericanos es pequeña. Está por debajo del uno por ciento en 17 países y sólo en cinco es mayor al uno por ciento.

Es posible realizar algunas comparaciones a nivel global. América Latina posee más de 4,5 millones de hectáreas bajo producción orgánica, superando a la Unión Europea de los 15 (que presenta poco menos de 4,5 de hectáreas), y también es mayor a la suma de Canadá y Estados Unidos. Si se comparan los grandes bloques comerciales, es evidente una gran potencialidad en el caso del Mercosur, cuya superficie orgánica está apenas por debajo de la Unión Europea, y muy por arriba del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Superficies totales orgánicas de los grandes bloques comerciales

 

 

 

 

 

 



En miles de hectáreas.
Mercosur incluye sólo los miembros plenos; Unión Europea (UE) de los 15.
Calculado a partir de los datos de IFOAM.

Mercados y comercio

El mercado de productos orgánicos representa una pequeña proporción del mercado total en alimentos (los niveles más altos son del orden del dos por ciento en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, y Canadá). Pero a pesar de ello, las cifras involucradas son enormes; la estimación de IFOAM alcanza un total de 23.000 a 25.000 millones de dólares para 2003. Aproximadamente la mitad se encuentra en Europa (10.000 a 11.000 millones de euros), donde el más importante es en Alemania (2.800 a 3.100 millones de euros), seguidos por el Reino Unido, Italia y Francia. El otro gran mercado es el de Estados Unidos, de 10.000 a 11.000 millones de dólares, seguido por Canadá.

Si bien la participación en el mercado total es pequeña, igualmente esos valores son enormes para las escalas latinoamericanas. Pero es todavía más importante reconocer que la tasa de crecimiento de los productos orgánicos es mucho más alta que para los agroalimentos convencionales. En efecto, se estima que el crecimiento de 2003 a 2005 alcanzará el 20 por ciento en Estados Unidos, Canadá e Irlanda; superará el 10 por ciento en varios otros países, como Reino Unido, Italia, Suiza y Suecia, mientras que en los demás países europeos será mayor al cinco por ciento. Téngase presente que el crecimiento de los mercados de alimentos tradicionales, especialmente en los países industrializados, es muy bajo, de donde esta fuerte expansión de los orgánicos es más que destacable. Este proceso abre enormes potencialidades exportadoras para las naciones latinoamericanas.

Justamente esas posibilidades vienen siendo aprovechadas desde varios países, los que orientan buena parte de su producción al comercio exterior antes que al mercado nacional. Se han desarrollado vías de exportación de productos orgánicos paralelos a los tradicionales; los ejemplos más notables son café, azúcar, banano y carne orgánica. A ellos se están sumando otros productos más recientes, tales como diversos tipos de frutas, granos, miel, vino, productos ovinos, etc. Los principales destinos de exportación son extra regionales (especialmente Unión Europea, Estados Unidos y Canadá). Lamentablemente, la mayor parte de los productos exportados tienen un bajo procesamiento y reducido valor agregado.

Las posibilidades exportadoras de América Latina enfrentan tanto factores positivos como negativos. Considerando el contexto productivo mundial, entre los más grandes exportadores globales de agroalimentos convencionales (en orden de importancia por el valor de las exportaciones: Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Brasil, China, Australia y Argentina), se observan niveles de producción orgánica importantes especialmente en la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Australia y Argentina. Es necesario recordar que Australia ocupa el primer lugar mundial en la producción orgánica. China tiene más de 300.000 hectáreas certificadas (11° lugar en el mundo), pero que sólo representa el 0,06 por ciento de su superficie agrícola total. Por lo tanto, se puede concluir que en todos los grandes agroexportadores también hay un desarrollo interno de su producción orgánica.

Si se considera a los grandes importadores de agroalimentos (en orden de importancia por el valor de las importaciones: Unión Europea, Estados Unidos, Japón, China, Canadá, México y Corea), se observa en varios de ellos una producción orgánica nacional de importancia. Pero en otros la producción es proporcionalmente baja: México ocupa el puesto 20 en el ranking mundial de superficie orgánica, Japón el 64 y Corea el 77, lo que podría indicar indirectamente potencialidades como mercados de destino para exportaciones desde América Latina.

El caso de la Unión Europea es particular en tanto es destino de varias exportaciones desde América Latina, pero a la vez dentro de sus fronteras la producción orgánica va en aumento. Hacia la Unión Europea también venden sus alimentos orgánicos países como Australia y Nueva Zelanda, los que están incrementando su producción orgánica tanto para su mercado nacional como para venderla en Europa. Finalmente, entre Canadá y Estados Unidos el comercio orgánico bilateral es de gran importancia.

En todos estos casos se repiten las trabas, exigencias de certificaciones y cuotas típicas del complejo comercio agropecuario. Es una situación a veces paradojal, ya que la propia condición de "producto orgánico" implica una evaluación tanto del producto final como de los procesos y métodos de producción, una condición más allá de las exigencias de la Organización Mundial de Comercio, pero inevitable a la hora de intentar alcanzar los mercados más ricos.

Crecimiento posible

América Latina posee amplios márgenes para expandir este tipo de producción, ya que en la mayor parte de los países la proporción de las tierras dedicada a esta actividad es muy baja (menor al uno por ciento, mientras que en la Unión Europea se ha superado el tres por ciento). En algunos casos la tasa de crecimiento es muy alta (como ha sucedido en Uruguay), y en otros las posibilidades de reconversión son muy amplias.

La dinámica de este sector está fuertemente basada en las exportaciones, especialmente hacia los mercados de los países industrializados, y enfocadas en consumidores de nivel medio a alto, quienes imponen condiciones sobre la calidad y el envasado. Los vaivenes de esos mercados tienen enormes repercusiones en América Latina, determinando la viabilidad de algunas producciones. Si bien las altas tasas de crecimiento de esos mercados mueven al optimismo, igualmente debe advertirse que los grandes países industrializados están intentando autoabastecerse en estos productos.

Además de esos países, nuevos estudios prospectivos del IFPRI alertan que hacia el año 2020 ocurrirán demandas todavía mayores de alimentos en Asia, en especial en carnes. Allí se abre otra posibilidad de gran importancia para América Latina.

América Latina debería prestar mayor atención al desarrollo de sus mercados internos, que todavía son pequeños. Países de enorme superficie y potencialidad, siguen con áreas orgánicas comparativamente pequeñas (Brasil 0,08 por ciento, México 0,13 y Colombia, 0,24). Por lo tanto, las posibilidades de aumento son reales. Este lento crecimiento de la producción orgánica se debe a muy variadas razones, que van desde los frenos que imponen intermediarios, la baja innovación en las cadenas de comercialización, y la prácticamente ausencia de apoyo estatal, sea en tecnología como en crédito.

Finalmente, es necesario una nota de advertencia sobre la dependencia de las exportaciones orgánicas, en el sentido que las estrategias nacionales no deberían estar únicamente supeditadas a las ventas al exterior. En realidad, esas estrategias de producción agropecuaria orgánica deben responden a muchos factores, pero en primer lugar a un compromiso con la calidad de los alimentos y la calidad ambiental. Este hecho no siempre es comprendido en su profundidad por las empresas, técnicos y agencias gubernamentales, todos los cuales corren el riesgo de buscar únicamente aquellas medidas indispensables y mínimas para poder exportar, viendo todo como un mero negocio. La producción orgánica es mucho más que una oportunidad de diferenciar una marca para venderla, sino que tiene efectos positivos sobre el ambiente, la familia rural y la calidad de la nutrición.

Por estas razones, los países latinoamericanos también deberían generar sus propias estrategias, establecer sus metas y promover planes de acción. Por ejemplo, si el Ministerio de agricultura alemán ha establecido como meta llegar al año 2010 con 20 por ciento del área agrícola orgánica, nada impide otro tanto en varios países, en especial debido a que en ellos la reconversión ecológica es más sencilla por las excelentes aptitudes ambientales.

También se deberían buscar alternativas para un mayor procesamiento de los productos agropecuarios, con lo cual aumentar su valor agregado y el empleo. En algunos casos ya existe capacidad instalada y conocimiento tecnológico utilizado en las cadenas con alimentos convencionales, los que podrían ser adaptados a los productos orgánicos.

A pesar de todos los problemas, la producción orgánica en América Latina sigue creciendo, empujada por el esfuerzo de muchas organizaciones que trabajan en el medio rural, aprovechando contextos comerciales ventajosos, y que si contaran con mayor asistencia y facilidades, podría generar un sector muy exitoso, y con claros beneficios sociales y ambientales.

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Eduardo Gudynas integra Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina (D3E), una iniciativa promovida por el Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES). El texto completo del informe sobre producción orgánica se encuentra en www.ambiental.net/agroverde .


 

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