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Desequilibrios económicos estructurales justifican revisar las reglas

El hecho de que los países en desarrollo tengan déficit comerciales estructurales y un crecimiento escaso constituye motivo suficiente para que se revisen las reglas del sistema multilateral de comercio, inviable en la actualidad desde una perspectiva macroeconómica, sostuvo el autor al presentar un seminario sobre el tema, organizado por la Red del Tercer Mundo.

Por Yilmaz Akyüz

Los países en desarrollo han protestado en numerosas ocasiones debido a los “problemas de implementación” de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Desde un punto de vista puramente económico, los países en desarrollo tienen motivos legítimos para “abrir la caja negra” –los diversos acuerdos multilaterales de la OMC-, ya que el actual sistema de comercio es inviable e incapaz de garantizarles un crecimiento de cinco-seis por ciento en condiciones de estabilidad.

Como no soy experto en comercio, no me ocuparé de lo que la mayoría de las personas tienen en mente al referirse a dificultades de implementación, es decir, no entraré en áreas como los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (TRIPs) ni las medidas de inversión relacionadas con el comercio (TRIMs), y ni siquiera abordaré temas como el impacto que causaron en el Sur los compromisos, la liberalización de las importaciones, la falta de acceso al mercado, la desindustrialización, el empleo, la distribución del ingreso.

Quiero centrarme en el significado de los acuerdos y de todo el sistema para la balanza de pagos, a fin de situar este asunto dentro de un contexto macroeconómico.

Durante los últimos 10 años, algunos países en desarrollo creyeron que en un mundo de libre circulación de capitales, las constricciones que pesaran sobre la balanza de pagos serían insignificantes. Esa idea fue promovida por Washington: si uno queda librado a las fuerzas del mercado, recibe capital en base a una ventaja comparativa de largo plazo, de producción y demás, con lo cual financiará cómodamente cualquier déficit comercial o de cuenta corriente que pueda tener como consecuencia de la política comercial que uno mismo o sus socios hayan implementado. 

Mayor déficit comercial, menor crecimiento

En el Informe sobre Comercio y Desarrollo 1999, que realizamos en la División de Estrategias de Globalización y Desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), hemos analizado esta cuestión. Descubrimos que los países en desarrollo reciben hoy muchas más importaciones que antes apenas empiezan a tener un crecimiento de cuatro-cinco por ciento, pero sus exportaciones rebotan contra los mercados proteccionistas.

Dado que ya no estamos en la década del 60, cuando sólo unos pocos “tigres asiáticos” llevaban las de ganar, y como todo el mundo presiona para que aumenten las exportaciones, existe una falacia que debemos poner al descubierto. Todo lo que se produce en el mundo en desarrollo parece entrar en la categoría de productos básicos, con precios muy volátiles y en algunos casos, con tendencia a la baja en términos comerciales.

Lo segundo que analizamos en el Informe fueron las finanzas. Y concluimos que, a pesar del auge del flujo de capitales, los países en desarrollo nunca recibieron, en proporción a sus ingresos, mayores flujos de fondos que antes de la crisis por deuda, ni siquiera antes de la crisis asiática. Este auge se debió a que los países del Sur habían sufrido un recorte abrupto de los créditos bancarios y otras formas de flujos de capital en los años 80. En realidad, se trató de una recuperación de aquella situación inusual, pero no se trató de una tendencia al crecimiento en comparación con lo sucedido durante el período 1975-1982.

En consecuencia, lo que vimos fue que los países en desarrollo tienen déficit comerciales mayores pero su crecimiento es menor. Y por lo tanto, propusimos pedir que aumente el acceso al mercado en los sectores de interés para la exportación de las economías del Sur, además de reconsiderar el trato especial y diferenciado en diversas áreas.

Según nuestros cálculos, los países en desarrollo recibirían entre 500.000 y 700.000 millones de dólares de ingresos adicionales por concepto de la exportación de productos del sector textiles y vestido, así como de otros que emplean numerosa mano de obra (y no incluimos a la agricultura en nuestros modelos de laboratorio), si Europa, Japón, Estados Unidos y otros países del Norte abrieran sus mercados. Esta cifra representa el triple o el cuádruple del flujo anual promedio de capitales hacia el Sur.

Por lo tanto, pensamos: dejen que los países en desarrollo ganen dinero en lugar de ir corriendo en busca de dinero fácil, que efectivamente agrava la situación porque genera fluctuaciones abruptas en las tasas de cambio y en las tasas reales de cambio, lo cual es lo peor que les puede suceder a estas economías, si dependen de sus exportaciones.

¿Devaluar sirve de algo?

Después de la crisis financiera de Asia oriental ha comenzado a gestarse una nueva línea de pensamiento más sutil, que pronto se difundirá desde Washington (Fondo Monetario Internacional-Banco Mundial). Según este nuevo enfoque, los países en desarrollo han experimentado déficit comerciales cada vez mayores porque liberalizaron sus finanzas, lo cual provocó esos vaivenes en los tipos de cambio. Según el punto de vista ortodoxo, un país que liberaliza su comercio debería devaluar simultáneamente su moneda. Pero lo que sucedió fue exactamente lo contrario. Por lo tanto, los ortodoxos tienden a aceptar que un país en desarrollo imponga ciertos controles sobre los flujos de capital, siempre y cuando no perjudiquen o restrinjan el comercio. Eso permitirá que el país devalúe y resuelva su déficit comercial y de cuenta corriente.

Lamentablemente, esta idea de que un país puede adoptar cualquier régimen si tiene un tipo adecuado de cambio no es correcta desde el punto de vista histórico o teórico. Es cierto que es posible devaluar la moneda con un control considerable sobre los movimientos de capital, pero si la capacidad de exportación es limitada y los sectores exportadores no responden con fuerza, el resultado es un crecimiento económico muy pequeño. Esto significa que las devaluaciones no son una receta para resolver déficit comerciales estructurales.

Así llegamos a un tema importante: las medidas de salvaguardia de la balanza de pagos de la OMC han sido pensadas para los disturbios y desequilibrios pasajeros. Es decir, los países pueden aplicar ciertas medidas comerciales si tienen una balanza de pagos inviable. Esto se considera una excepción y, por lo tanto, se formula una medida para contrarrestar una circunstancia pasajera. Pero aquí hablamos de un déficit estructural, lo cual no está contemplado en las cláusulas de la OMC.

En mi opinión, si se adopta un punto de vista económico y no legal, el hecho de que los países en desarrollo tengan déficit estructurales y no crezcan con más velocidad en el actual sistema de comercio constituye un motivo muy legítimo para abrir la “caja negra” (las normas y acuerdos de la OMC).

Por eso dirigimos nuestra atención al sistema de comercio en el Informe que redactamos, porque es inviable. Si los países en desarrollo tienen déficit estructurales en el actual sistema de comercio, más allá de sus opciones de política financiera y tipos de cambio –y puedo citar a muchos países que devaluaron su moneda pero aún sufren importantes déficit estructurales-, la pregunta es: ¿cómo tratar este asunto de balanza de pagos en el contexto de la OMC?

Desde un punto de vista puramente económico, este hecho debería brindar una razón legítima para cuestionar los acuerdos de comercio existentes, porque no estamos ante un desequilibrio pasajero de la balanza de pagos, situación prevista en las cláusulas de la OMC, sino ante un desbalance estructural que vuelve inviables al crecimiento y el desarrollo, y que convierte al sistema de comercio en un régimen insustentable para los países del Sur.

Ya tuvimos algunas discusiones en la OMC acerca de las medidas de salvaguardia de la balanza de  pagos y presentamos nuestros comentarios en el Informe sobre Comercio y Desarrollo 1999. Uno de los casos de diferendo fue el de India, donde subrayamos que las cláusulas existentes de la OMC/GATT sobre balanza de pagos no reconocen que en realidad vivimos en un mundo donde los mercados de capital están abiertos.

Según Washington, los países en desarrollo deben tener una cantidad de reserva que les alcance para sobrevivir un año sin necesidad de pedir créditos. Según esta idea, relacionada con la cuestión de la arquitectura financiera mundial, las reservas están vinculadas a los riesgos y a la vulnerabilidad de las cuentas de capital, mientras que las cláusulas de la OMC sobre balanza de pagos establecen que el vínculo de dicha reserva es con la cuenta corriente. Por lo tanto, hay incoherencias tanto en el área de las finanzas como en la del comercio.

Cómo sea que analicemos el asunto, parecería que en el actual régimen de comercio las posibilidades son: imponer restricciones financieras al flujo de capitales y tener entonces la posibilidad de ajustar la moneda, o quedar sujeto a las fuerzas del mercado, con lo cual la moneda fluctúa al ritmo de los vaivenes de los flujos de capital. Pero el hecho es que los países en desarrollo no pueden elegir ningún sistema que les garantice un crecimiento de cinco-seis por ciento manteniendo la estabilidad.

En mi opinión, eso constituye un motivo legítimo para que los países en desarrollo pidan una revisión de los acuerdos de la OMC.

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Yilmaz Akyüz es jefe de la División de Estrategias de Globalización y Desarrollo de la UNCTAD. Este artículo se basa en una presentación oral que hizo en un panel sobre “temas de implementación” en la OMC durante el seminario “Últimos sucesos de la OMC: Perspectiva de los países en desarrollo”, organizado por la Red del Tercer Mundo en setiembre en Ginebra


 

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