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Desarrollo
 
Joseph E. Stiglitz, vicepresidente del Banco Mundial

Desarrollo democrático y normas laborales


Resumen de la ponencia de Joseph E. Stiglitz, Vicepresidente Superior y Economista Jefe del Banco Mundial, ante la Asociación de Investigación de Relaciones Industriales, presentada en enero en Boston, Estados Unidos.


Actualmente hay un creciente reconocimiento de que los objetivos del desarrollo van más allá de aspirar simplemente a un aumento del Producto Interno Bruto (PIB): nos interesa la promoción de un desarrollo democrático, equitativo, sustentable. Si ese es nuestro objetivo, entonces es natural que prestemos especial atención al tema de cómo cambia la problemática de los trabajadores en el curso del desarrollo. Y deberíamos observar no sólo sus ingresos, sino medidas más amplias como su salud y seguridad, e incluso su participación democrática, tanto en los lugares de trabajo como dentro del escenario político más amplio. Los derechos de los trabajadores deberían ser un punto central para una institución de desarrollo como el Banco Mundial.

Estoy terminando ya tres años de servicio como economista jefe del Banco Mundial. Durante este tiempo sin duda surgieron cuestiones relativas al mercado laboral, pero muchas veces, en su gran mayoría desde una óptica económica estrecha, e incluso en esos casos, con un análisis aún más estrecho en la medida que se enfocaban a través del lente de la economía neoclásica. Se creía que la rigidez salarial, a menudo fruto de duras luchas de negociación, eran parte del problema que enfrentaban muchos países, que contribuía además a un elevado desempleo. El mensaje estándar era que había que aumentar la flexibilidad del mercado laboral. El corolario no tan sutil era que había que bajar los salarios y despedir a los trabajadores excedentarios.

Incluso cuando las cuestiones del mercado laboral no son el centro del problema que enfrenta el país, muy a menudo se les exige a los trabajadores que carguen con los costos del ajuste. En Asia Oriental, la crisis tal vez se precipitó por los empréstitos irresponsables de los bancos y otras instituciones financieras internacionales, combinado con el endeudamiento irresponsable de las instituciones financieras nacionales, sumado a las expectativas veleidosas de los inversionistas. No obstante, los costos los soportaron los trabajadores, con un aumento abismal del desempleo y una caída abrupta de los salarios. Se les pidió a los trabajadores que escucharan sermones acerca de "soportar el sufrimiento", apenas poco después de haber escuchado, de los mismos predicadores, sermones sobre cómo la globalización y la apertura de los mercados de capital les traerían un crecimiento sin precedentes.

Y en ningún lado, en todas las discusiones realizadas, se planteó el tema de los derechos de los trabajadores, incluido el derecho a participar de las decisiones que afectarían sus vidas de diversas maneras.

Quienes pudieron sentarse a la mesa de las negociaciones fueron los ministros de Finanzas, los gobernadores de los bancos centrales y terceros que a menudo parecían representar los intereses financieros internacionales, no los sindicatos o los ministros de Trabajo. Y así, aún cuando se procedió a debatir sobre la reforma de la arquitectura económica internacional, esa gente, que inevitablemente enfrentaría gran parte de los costos de la política equivocada, no fue siquiera invitada a participar de las discusiones. A menudo sentí que era la única voz en esas discusiones que sugería que los principios democráticos básicos recomendaban no sólo escuchar sus voces sino que en realidad debían tener un sitio en la mesa. Sin duda, se prestó más atención a las redes de seguridad, pero ¿fue simplemente un intento de acallar la conciencia, brindado muy poco, demasiado tarde o, peor aún, fue un intento de moderar las críticas públicas a la "globalización sin rostro humano"? La sospecha de las instituciones internacionales que se hizo carne en Seattle fue tal vez un resultado que era de esperar de las actitudes y políticas de las últimas décadas.

Como economista jefe he tenido varios problemas. Simplemente no pude ignorar los argumentos habituales sobre los efectos adversos de mercados laborales inflexibles, y si bien estuve de acuerdo con algunos argumentos, hubo otros que no me convencieron. Tuve que abordar esos temas de forma que los propios economistas, con su perspectiva particular del mundo, pudieran entenderlo. Pero hubo una agenda más positiva: mejorar las relaciones laborales lo que incluye la promoción de normas laborales básicas.

Tomado de World Bank Chief Economist:
www.worldbank.org/knowledge/chiefecon


 

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