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Trabajo
 
Tercera Conferencia Ministerial de la OMC

Países en desarrollo rechazan normas laborales


Los intentos realizados por Estados Unidos y la Unión Europea en Seattle para incluir el tema de normas laborales dentro del ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC), enfrentaron una firme resistencia por parte de los países en desarrollo.

por Chakravarthi Raghavan


Países en desarrollo claves con posiciones contrarias a una nueva ronda de negociaciones comerciales, se reunieron en las sesiones plenarias de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para rechazar los intentos de Estados Unidos y la Unión Europea de incluir el tema de las normas laborales en la OMC. Brasil, India y Hong Kong China fueron algunos de los países que se manifestaron clara y firmemente.

El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Felipe Lampreia, fue cáustico al señalar que los países en desarrollo todavía son exportadores de productos agrícolas y materias primas, y que representan un porcentaje muy pequeño del comercio de productos manufacturados. Sin embargo, señaló, se acusa a sus exportaciones de ser la causa del desempleo y la pérdida salarial, así como de una mayor flexibilización de las normas laborales del Norte. Por eso se los quiere mantener aislados a través de una variedad de instrumentos, que van desde elevados aranceles a las importaciones agrícolas y exportaciones subvencionadas en el mundo industrial, a nuevas demandas de normas laborales vinculadas al comercio y normas ambientales vinculadas al comercio. Estos instrumentos deben ser vistos como lo que son: instrumentos proteccionistas.

Brasil insistió en un mandato para realizar más negociaciones en agricultura, que asegurarían la eliminación de los subsidios a las exportaciones, del apoyo interno encubierto y de aranceles elevados para restringir las importaciones. En esencia, Brasil quería que los productos y sectores industrial y agrícola fueran tratados de la misma forma por el sistema de comercio.

Murasoli Maran, de India, dijo que si bien su país estaba comprometido con el cumplimiento de las normas laborales, había ratificado la mayoría de los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y adhería a todos los valores de democracia, derechos de los trabajadores y buen gobierno, esos temas no eran de competencia de la OMC. En Singapur en 1996, la Conferencia Ministerial de la OMC había decidido de una vez por todas que los temas relacionados con el trabajo pertenecían a la OIT. "India rechaza drásticamente los renovados intentos de introducir de una forma u otra esos temas en la OMC. Cualquier otro movimiento provocará profundas divisiones y desconfianza, lo que no hará otra cosa que perjudicar la formación de un consenso sobre nuestro futuro programa de trabajo". En cuanto a las ONG y el interés de la sociedad civil en las actividades de la OMC, si bien desempeñan un papel vital en cualquier juego democrático, Maran opina que "compete a los gobiernos resolver los asuntos de la sociedad civil dentro del ámbito nacional. La responsabilidad no puede y no debe ser transferida a la OMC. Lo que sí podemos y debemos hacer es ampliar la conciencia mundial sobre las actividades de la OMC".

Faltas importantes

Anteriormente, Maran había subrayado que la evaluación de India sobre los acuerdos de la Ronda Uruguay era que no habían resultado convenientes para todos los miembros, que había fallas críticas que era necesario resolver con urgencia, y que es necesario corregir las asimetrías y desigualdades de varios acuerdos (antidumping, subvenciones, propiedad intelectual, medidas de inversión relacionadas con el comercio y la no concreción de los beneficios esperados durante la aplicación de los acuerdos de agricultura y textiles). Esta fue la razón por la que varios países en desarrollo pusieron en primer plano los temas de aplicación. Pero algunos países -en alusión a Estados Unidos y la Unión Europea-, habían evitado comprometerse seriamente en la búsqueda de soluciones con el argumento de que eso implicaría renegociaciones. "Es una señal preocupante", y sólo si se enfrentan esos problemas decididamente, podrá asegurarse una imagen de equidad y justicia. Por otra parte, no podrá haber avances en la integración económica si se relegan los intereses de los sectores pobres.

Si bien habló de "examinar de manera constructiva" el comercio electrónico y la tecnología de la información en el proceso de desarrollo, Maran rechazó directa o implícitamente algunas de las demandas de Estados Unidos y la Unión Europea en temas nuevos. Insistió en que los países desarrollados deben eliminar las subvenciones a las exportaciones y otras formas de apoyo que constituyen una distorsión del comercio. Al mismo tiempo, expresó, las futuras negociaciones en materia agrícola no deberían limitar la flexibilidad de grandes economías agrarias para apoyar y proteger la producción nacional, como forma de alcanzar los objetivos de seguridad alimentaria y empleo rural. Y si bien India estaba abierta a la inversión extranjera, no suscribía la opinión de que deseable o necesario un marco multilateral de normas sobre inversión.

Posible polarización

Hong Kong China advirtió que el tema de las normas laborales tenía el potencial de polarizar a la OMC y podría provocar perjuicios irreparables. Tal como se decidió en Singapur, la OIT es el organismo competente para resolver las cuestiones laborales, y el apoyo de la OMC a elevar los niveles de vida sólo podría ser indirecto, elevando la prosperidad de las personas en todo el mundo, a través de un incremento del comercio. Esa podría ser la única relación entre el comercio y las normas laborales. La OMC debería concentrarse en sus asuntos esenciales de liberalización progresiva del comercio multilateral, y dejar las normas laborales para la OIT.

Previamente, Hong Kong China había prestado atención a la declaración de la Junta Internacional de Textiles y Vestido (un grupo de 23 países exportadores del sector), que habían dejado "dolorosamente claro" que la progresiva liberalización prometida en textiles no se había cumplido. "A los países desarrollados les costará mucho trabajo convencer a los países en desarrollo para iniciar una nueva ronda, en la medida en que éstos los ven tan reticentes a liberalizar uno de los pocos sectores en que los países más pobres tienen una ventaja comparativa y que, contrariamente a las normas del sistema multilateral de comercio, hace ya 40 años que es restringido por cupos".

En una presentación algo ambigua, Singapur dijo que la discusión sobre la relación entre el comercio, por un lado, y el buen gobierno, la protección ambiental y normas laborales básicas, por el otro, era considerada con sentimientos encontrados por parte de los países en desarrollo. Todos deseaban un buen gobierno, protección ambiental y normas laborales básicas. "Pero no puede ser que los de afuera se preocupen más por estos temas que nosotros mismos. La clave es ver con claridad las motivaciones que subyacen detrás de las propuestas. En los casos en que las motivaciones son de corte proteccionista, debemos reconocerlas como tales. En caso de que se trate de motivaciones bien intencionadas, debemos escuchar cuidadosamente, por nuestro propio interés, y ajustar nuestras políticas".

Al apoyar negociaciones "amplias", Singapur argumentó que en algunos sectores de los países desarrollados hay fuertes presiones internas destinadas a proteger los casos de ineficiencia. Se trata de un hecho político que no puede ignorarse. Por esa razón argumentó que es importante que la nueva ronda sea lo suficientemente amplia como para que cada país haga los acuerdos transaccionales internos necesarios, y que cada país debe poder reunir una cantidad suficiente de apoyo para la liberalización comercial. No obstante, el llamado a una "amplitud" no debe ser una forma cínica de prolongar las negociaciones y demorar la apertura de sectores políticamente sensibles. Pero Singapur ni siquiera mencionó que ya se introdujeron varios sectores nuevos en la Ronda Uruguay con el mismo argumento de los "acuerdos transaccionales" (idea que Singapur defendió en ocasión de la cumbre de la ASEAN/Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático, realizada en Tokio en 1986, y que dividió al grupo de países en desarrollo), supuestamente a cambio de que el Norte liberalizara los sectores textiles y vestido, y agricultura.

El mandato dispuso la realización de negociaciones futuras, pero no concedió beneficios para el mundo en desarrollo. Y ahora se les pide a los países en desarrollo que intenten hacer acuerdos transaccionales para que los países desarrollados puedan llevar a cabo sus compromisos anteriores.


 

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