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Crisis financiera
 
El FMI en el banquillo de los acusados

A medida que la crisis financiera de Asia Oriental se ha ido transformando en recesión (o incluso depresión), las políticas del FMI han comenzado a ser más duramente controvertidas, no sólo por los activistas sociales sino también por las propias autoridades. Una de las principales críticas es que las recetas del FMI han traído recesión, bancarrota y desempleo. Varios economistas de la corriente principal reclaman ahora al FMI y a los gobiernos de Occidente y Asia que cambien el curso y adopten un conjunto de políticas diferentes para lograr la recuperación de las abatidas economías asiáticas.

Por Martin Khor

Con el agravamiento de la crisis de Asia Oriental y el peligro de que se disemine a otras regiones, ha surgido un coro cada vez más fuerte de economistas y editorialistas de la corriente principal que se expresan en contra de las políticas prescritas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que, argumentan, han empeorado aún más la situación de los países. Las críticas del número cada vez mayor de esos economistas, ofrecen una base sólida para reclamar una evaluación y cambio del enfoque adoptado por la Secretaría del FMI (y los países ricos que lo apoyan o dirigen) para resolver la crisis. La semana pasada el periódico londinense Financial Times publicó un artículo de opinión que se expresaba en términos bastante fuertes sobre la situación asiática con el título "Asian water torture" (La tortura del submarino para Asia): "A menos que el FMI permita que las economías de la región logren la reflación y bajen las tasas de interés, las condenará a una espiral interminable de recesión y bancarrota". El autor, Robert Wade, profesor de economía política de la Universidad de Brown de Estados Unidos, señala en el artículo que el FMI impuso tasas de interés excesivamente altas sobre la base de que un aumento brusco de las tasas estabilizaría los mercados de monedas, desbaratando las presiones tendentes a hacer devaluaciones competitivas y facilitándoles a los gobiernos clientes el reembolso del servicio de la deuda a los acreedores extranjeros. El argumento tiene una base teórica, dice Wade, pero da por sentado que existen condiciones que en realidad no están presentes en Asia. Cuando las corrientes financieras no volvieron, la respuesta del FMI fue que había que dar más tiempo y apretarse más el cinturón. "Los inversionistas, por el contrario, tomaron el aumento de las tasas de interés como señal de grandes peligros y se mostraron más ansiosos de irse y no volver", explica Wade. "Las tasas elevadas y las políticas de austeridad asociadas causaron tanto daño a la economía real que validan la percepción de grandes peligros". Wade culpa al FMI de no haber previsto las consecuencias que podría traer cobrar un interés tan alto a las compañías asiáticas, que en general están mucho más endeudadas que las compañías occidentales y latinoamericanas. "El aumento de las tasas las empujó mucho más rápidamente de la iliquidez a la insolvencia, obligándolas a reducir las compras, vender existencias, demorar el pago de las deudas y despedir trabajadores. Los bancos acumularon así una proporción creciente de préstamos incobrables y se negaron a hacer nuevos. La insistencia del FMI de que los bancos observen las estrictas normas de Basilea de suficiencia del capital sólo complica el colapso del crédito. La combinación de las tasas de interés altas y las normas de Basilea es la causa inmediata de la ola de insolvencia, desempleo y contracción que continúa rebotando por la región y más lejos aún. La incertidumbre, la inestabilidad y el riesgo de futuras devaluaciones mantienen al capital alejado a pesar de las tasas de interés real elevadas". Wade considera que el enfoque del FMI dirigido a la contracción es "enigmático", ya que la actitud de las autoridades de Estados Unidos después del crac bursátil de 1987 fue mantener a los mercados con máxima liquidez, sin importar el costo, y sin embargo en Asia el FMI actuó para contraer la liquidez. "¿Es porque sólo conoce una receta? ¿O porque está más interesado en salvaguardar los intereses de la banca extranjera acreedora que evitar el quiebre de Asia?" Wade concluye que el enfoque del FMI no funciona y exhorta a los gobiernos de la región a cambiar el rumbo. "Es necesario que adopten una posición más firme en las negociaciones de reprogramación de la deuda con los bancos acreedores, que bajen las tasas de interés casi a cero y pisen el acelerador monetario", expresa. Muchos podrían encontrar esta propuesta demasiado osada. ¿Qué pasaría si los mercados reaccionaran negativamente y la moneda local cayera aún más? Tomando esto en cuenta, Wade complementa su propuesta con otra: que los gobiernos deben replantear alguna forma de control del capital transfronterizo. Tienen que dar crédito a las industrias exportadoras, generar un auge exportador y dejar que las ganancias que ingresen refuercen las expectativas inflacionarias y contribuyan a la reflación de la demanda interna. Mientras tanto, Occidente debería dejar de presionar a los países en desarrollo a que permitan la entrada y salida libre de fondos a corto plazo, ya que sencillamente no son lo suficientemente sólidos como para enfrentar las conmociones que dicho capital puede acarrear. También debería evaluarse la creación de fondos monetarios (cuyas prioridades son los resultados a corto plazo) y bancos internacionales sobregarantizados, que son el meollo del problema de la desestabilización de las corrientes financieras internacionales.

"Hasta que los gobiernos asiáticos no bajen las tasas de interés, tomen el control de los movimientos de capital a corto plazo y cooperen dentro de la región, la crisis continuará y continuará, como la tortura del submarino. Este proceso acarreará pobreza e inseguridad a miles de millones de personas y convertirá a partes de Asia en una dependencia del FMI y de Estados Unidos, su accionista número uno". El artículo de Wade es el último de una serie de artículos académicos que cada vez más reclaman un cambio en las políticas del FMI. El profesor de Harvard, Jeffrey Sachs, ha estado atacando al FMI desde principios de noviembre de 1997, cuando predijo que si los paquetes de salvataje para Tailandia e Indonesia estaban ligados a condiciones financieras ortodoxas como reducción del presupuesto y aumento de las tasas de interés, podían "hacer más mal que bien, transformando una crisis monetaria en una depresión económica de gran alcance". La depresión pronosticada resultó ser mucho peor de lo que nadie imaginó. Otro crítico destacado es Martin Feldstein, profesor de Economía de la Universidad de Harvard, presidente de la Junta Nacional de Investigación Económica y ex asesor económico del gobierno. En el periódico Foreign Affairs (marzo/abril 1998), expresó que el reciente énfasis del FMI en imponer grandes reformas estructurales e institucionales en lugar de centrarse en los ajuste de la balanza de pagos, tendrá consecuencias adversas a corto y mediano plazo. El elemento central de su artículo es que el FMI se ha apartado de su mandato de ayudar a los países a resolver sus problemas de balanza de pagos (que podría lograrse mejor organizando ejercicios de reprogramación de la deuda entre los países y sus acreedores extranjeros) y por el contrario ha impuesto condiciones relativas a la estructura económica, financiera y social, que no son importantes para resolver los problemas de la deuda y la balanza de pagos. Pero Feldstein critica también las políticas macroeconómicas a corto plazo del FMI para Corea, que exige la típica reducción del déficit fiscal (aumentando los impuestos y reduciendo el gasto público) y una política monetaria más restringida (con altas tasas de interés y menor disponibilidad de crédito), que aplicado todo junto mengua el crecimiento y aumenta el desempleo. Feldstein pregunta: "¿Pero por qué se le exige a Corea que aumente los impuestos y reduzca el gasto para bajar el déficit fiscal de 1998, cuando su tasa de ahorro nacional ya es una de las más altas del mundo, cuando su déficit fiscal de 1998 aumentará temporalmente debido a la recesión inducida por las medidas, y cuando la combinación de mayor ahorro privado y menor inversión comercial ya está liberando los recursos necesarios para aumentar las exportaciones y reducir el actual déficit contable?" Feldstein señala que dentro del plan del FMI, la tasa de interés sobre los préstamos en won era del 30 por ciento, mientras que la inflación fue sólo del 5 por ciento (cuando se escribió el artículo, a principios de este año). "Debido al típico endeudamiento elevado de la mayoría de las compañías coreanas, esta tasa de interés real excesivamente elevada del 25 por ciento los pone a todos al borde de la quiebra", anuncia. "¿Por qué debería obligarse a Corea a ocasionar situaciones de quiebra generalizada con la restricción del crédito, si el refinanciamiento de los préstamos bancarios y la demanda de won dependen más de la confianza que de las tasas de interés sobre la moneda coreana, si los errores reducirán la perspectiva de reembolso de los préstamos, y si una futura caída del won sería una alternativa a las altas tasas de interés como forma de atraer depósitos expresados en won?

"Si bien un won a la baja aumentaría el riesgo de bancarrota entre las compañías coreanas con grandes deudas en dólares, el daño general sería menos extensivo que las bancarrotas causadas por tasas de interés sobre el won muy elevadas que perjudicarían a todas las empresas coreanas." "Por último, ¿por qué Corea debería crear una restricción del crédito que provocaría aún más quiebras entre las empresas, imponiéndoles a los bancos coreanos el cumplimiento de las normas de capital internacional cuando el gobierno japonés acaba de anunciar que no aplicaría esas normas en los bancos japoneses para evitar una restricción del crédito en Japón?".

Las cuestiones planteadas por las políticas del FMI, y ahora sobre los graves efectos que están teniendo en la región, son realmente serias ya que tienen que ver con la forma de las economías nacionales de Asia Oriental y el futuro de esos países.

Malasia no se vio obligada por las circunstancias a recurrir al paquete de salvataje del FMI, y por lo tanto tiene un mayor grado de libertad para decidir políticas a corto y mediano plazo para salir de la crisis. Para los países que ya se endeudaron con el FMI es más difícil (si no prácticamente imposible) hacer o modificar políticas o cambiar el curso si las cosas van mal, ya que el FMI siempre amenaza con suspender sus préstamos (que entrega en pequeñas cuotas) si esos países intentar salirse aunque tan solo sea un mínimo de la senda del FMI. Las autoridades de Malasia tienen ante sí la tarea de sopesar los pros y los contras de cada opción política, ya que cada una tiene ventajas y desventajas que considerar cuidadosamente. Si bien el objetivo inmediato debe ser impedir una bancarrota generalizada de las compañías locales enfrentadas a la restricción del crédito, los intereses altos y la demanda baja, también hay imponderables como la forma en que reaccionarán "los mercados" a las políticas, y el entorno regional más amplio. En todo caso, si bien debería escucharse el asesoramiento ortodoxo del FMI (aún cuando Malasia no esté directamente bajo su tutela), las críticas al enfoque del FMI (especialmente las hechas por los propios economistas del sistema), y las dificultades en el terreno (en términos de las dificultades que experimentan las compañías, especialmente las pequeñas y medianas empresas, y en términos del crecimiento negativo y la pérdida de puestos de trabajo) también deben ocupar un lugar destacado en las decisiones sobre política y estrategia.


 

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