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Crisis monetaria en el sudeste asiático

 
¿El fin del "milagro"?

La inversión japonesa fue fundamental para convertir al sudeste asiático en plaza destacada de las corrientes del capital mundial. Pero el lento crecimiento de las exportaciones y la propagación de las tendencias deflacionarias son factores que frenan nuevas inversiones extranjeras en esta región. Si bien la actual crisis financiera puede marcar el fin del milagro del sudeste asiático, tal vez su resultado a largo plazo sea un fortalecimiento del capital japonés en la región.

Por Walden Bello


¿Acaso la actual crisis monetaria de Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas anuncia el fin del modelo de desarrollo del sudeste asiático? En contraste con el camino que siguieron los "países recientemente industrializados" (PRI) del noreste de Asia, el desarrollo del sudeste asiático estuvo financiado en gran medida por enormes ingresos de inversión extranjera, en lugar de ahorros nacionales.

La mano de Japón

Los países de la región se encaminaron al mismo destino fatídico al que se enfrentaron, a mediados de los 80, otros países muy endeudados del Sur cuando fueron rescatados de la recesión y empujados a la prosperidad por la entrada en gran escala de inversión japonesa directa.

El Acuerdo Plaza de 1985 desencadenó la forzada valorización drástica del yen con relación al dólar debido a la presión de Estados Unidos, que buscaba reducir su pasmoso déficit comercial con Japón "abaratando" sus exportaciones a ese país y encareciendo sus importaciones de Japón en términos de dólar para los consumidores estadounidenses. En la medida que la revalorización del yen tornó prohibitivos los costos de producción en Japón, las empresas japonesas trasladaron las etapas de trabajo más intensivo de sus procesos de producción a sitios donde la mano de obra era barata, principalmente el sudeste asiático.

Lo que ocurrió fue uno de los mayores y más rápidos movimientos de capital de la historia reciente del mundo en desarrollo. Un cálculo conservador estima que entre 1985 y 1990 entraron alrededor de 15.000 millones de dólares de inversión japonesa directa al sudeste asiático. En el caso de Tailandia, por ejemplo la inversión japonesa que entró al país en 1987 superó la inversión japonesa acumulada de los 20 años anteriores. En 1996, Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia y Filipinas -los países centrales de la ASEAN- concentraban una inversión japonesa directa de un valor aproximado a los 48.000 millones de dólares.

En el Año Fiscal 1995, los países de la ASEAN recibieron el 10,6 por ciento del total de inversión extranjera directa de Japón, en comparación con el siete por ciento del Año Fiscal 1990. Anteriormente concentrada principalmente en la extracción de materia prima, la inversión japonesa de fines de los 80 y principios de los 90 apuntaba a convertir a la ASEAN en una base de producción integrada para los conglomerados japoneses que ensamblaban manufacturas para su exportación a Estados Unidos, Europa y el propio Japón. Y como el crecimiento económico dio origen a una clase media en los países de la ASEAN, la propia región se convirtió en un consumidor importante de los productos japoneses.

La importancia de la inversión japonesa

La inversión extranjera directa fue, por supuesto, sólo un canal del capital japonés. La región fue el principal receptor de la ayuda japonesa y también destino favorecido de los créditos bancarios de ese país. Por ejemplo, en 1996, el 40 por ciento de la deuda externa del sector privado de Tailandia eran préstamos de bancos japoneses. La importancia crucial de la inversión japonesa en la ASEAN fue subrayada en un informe reciente del Instituto Económico de Japón: "Prácticamente de acuerdo a todas las mediciones, la presencia empresarial de Japón en el sudeste asiático es masiva. En 1994, las filiales japonesas emplearon unas 800.000 personas en las economías de la ASEAN y la cifra aumenta de año en año. Las empresas japonesas han invertido en varias industrias claves, adquiriendo una posición de dominio en la región. Se dice que las operaciones de solo Matsushita Electrical Co. Ltd. representan entre cuatro y cinco por ciento del producto interno bruto de Malasia. Los fabricantes japoneses controlan actualmente alrededor del 90 por ciento del mercado automotor en la mayoría de los países de la ASEAN.

Los inversionistas de cartera

La prosperidad inducida por la inversión japonesa fue fundamental para convertir al sudeste asiático en destino principal de las corrientes mundiales de capital a principios de los 90. En especial atrajo a los fondos mutuos y a los fondos hedge, que incursionaron en el enorme arsenal de fondos de ahorro y de pensión del Norte y los lanzaron a inversiones rentables de corto plazo. Los bajos niveles de las tasas de inversión y precios accionarios de Estados Unidos, Japón y otros mercados industriales hicieron que este tipo de fondos, la mayoría de Estados Unidos, se dirigieran a los "mercados emergentes" en busca de rendimientos más elevados. Con sus elevadas tasas de crecimiento -apuntaladas por la inversión japonesa- los países del este y sudeste asiático fueron un imán para el capital especulativo. Y ese interés no sólo fue bienvenido sino que se cultivó. En Tailandia, los administradores económicos consideran la inversión de cartera como un complemento valioso de la inversión japonesa directa que zanja la diferencia entre el ahorro interno limitado y la inversión de capital en gran escala que fue necesaria para mantener andando el milagro económico. Al mismo tiempo, como gran parte de estos fondos eran estadounidenses, el ingreso de inversiones de cartera aliviaría lo que hasta entonces era una abrumadora dependencia de los japoneses.

Para Filipinas, que se había perdido el gran movimiento de capital japonés en el sudeste asiático de fines de los 80 debido a su inestabilidad política, los ingresos de inversiones de cartera, principalmente de Estados Unidos, fueron percibidos como el motor que les permitiría ponerse a la par de sus vecinos. En diversos grados, la mayoría de los gobiernos del sudeste asiático adoptaron políticas para atraer inversiones de cartera o lo que algunos llamaron "capital caliente". Se aplicaron tres medidas: Primera medida, se eliminaron o amortiguaron las restricciones a las divisas, se abrieron los mercados de valores a los inversionistas extranjeros y los bancos extranjeros fueron atraídos por normas más liberales en materia de préstamos, incluso permitir préstamos en dólares a los prestatarios locales. Segunda medida, las tasas de interés se mantuvieron más elevadas que los referentes comparativos -como las tasas de interés de Estados Unidos- como forma de atraer capital extranjero. Tercer medida, si bien la moneda local no estaba formalmente fija a determinado tipo de cambio, se mantenía informalmente estabilizada en un tipo de cambio con relación al dólar a través de intervenciones periódicas en el mercado de divisas de la autoridad monetaria central. El propósito era eliminar o reducir los riesgos monetarios tanto para los inversionistas extranjeros como para los prestatarios nacionales. Las inversiones de cartera netas en la región aumentaron de un promedio anual de 1.000 millones de dólares en 1985-89 a 4.000 millones en 1993, según el Banco de Desarrollo de Asia. La cifra aumentó considerablemente en 1996, cuando solo Filipinas captó capital extranjero por un valor de 9.400 millones de dólares, un 75 u 80 por ciento del cual fue inversión de cartera. La Agencia Bancaria Internacional Bangkok, de Tailandia, atrajo más de 50.000 millones de dólares en tan solo tres años.

Los inversionistas extranjeros alientan la crisis inmobiliaria

No obstante, pronto quedó claro que las inversiones de cartera no eran una bendición. Resultaron extremadamente volátiles: llegaban un día y se iban al siguiente a cualquier otro lado en busca de mayores rendimientos. Como expresó el gerente del Banco Central de Filipinas, en una época de mercados globalizados fruto de la liberalización financiera, es posible mover fondos por valor de miles de millones de dólares por todo el planeta "en un abrir y cerrar de ojos". También, estos fondos apuntaron a aquellos sectores de la economía interna que prometían una tasa de rendimiento elevada con un plazo de retorno rápido, e invariablemente, de Bangkok a Kuala Lumpur, este fue el sector inmobiliario.

La manufactura y la agricultura fueron descartadas por considerarlos sectores de bajo rendimiento, donde, además, para alcanzar tasas de rendimiento del capital decente había que invertir grandes cantidades a largo plazo. Los accionistas de fondos mutuos no podían esperar tanto. Por eso, no es de extrañar que el sector inmobiliario pronto pasó a tener una actividad febril en Bangkok, Manila y Kuala Lumpur.

En 1995, el inevitable exceso de demanda llegó a Bangkok, creando el consiguiente efecto dominó: los inversionistas del sector inmobiliario no pudieron vender sus grandes construcciones de complejos residenciales y comerciales, a raíz de lo cual no dieron cumplimiento a sus préstamos y llevaron a sus agentes financieros a la quiebra. Manila, Kuala Lumpur y demás lugares experimentaron crisis similares. Los inversionistas de cartera comenzaron a asustarse y retiraron sus capitales de esos mercados, lo que provocó la caída de los indicadores del mercado de valores de toda la región.

Fue esta creciente falta de confianza entre los inversionistas extranjeros lo que creó el clima propicio para los recientes ataques especulativos al baht de Tailandia, el peso de Filipinas, el ringgit de Malasia y la rupiah de Indonesia. La fortaleza de una moneda es directamente proporcional a los "cimientos" de la economía, como dicen los inversionistas, y con un déficit cada vez más profundo en sus cuentas corrientes, la anemia de su sector manufacturero, el estancamiento o las dificultades de su sector agrícola y el recalentamiento de su sector inmobiliario, los cimientos de la mayoría de los países de la ASEAN han empezado a tener un aspecto bastante endeble.

El ocaso de los mercados de capital asiáticos

La entrada de inversiones de cartera a Tailandia está mermando y, si bien probablemente no de manera tan drástica, se espera que ocurra lo mismo en Malasia, Filipinas e Indonesia. Ahora los nuevos predilectos de los administradores de fondos son los mercados latinoamericanos, que aumentaron casi un 40 por ciento promedio este año, mientras que los mercados asiáticos cayeron un 5 por ciento. Como señala The Financial Times, las participaciones de capital brasileñas, que aumentaron un 70 por ciento desde finales del año, parecen muy buenas para los colocadores de fondos. También las de Rusia, que desde comienzos de este año aumentaron más del doble, y las "red chips"* chinas que aumentaron un 90 por ciento.

Seguramente deberá pasar algún tiempo antes de que los analistas de inversiones alienten a sus clientes a volcarse a los bonos y acciones del sudeste asiático. ¿Los inversionistas extranjeros directos seguirán ahora a los inversionistas de cartera y reducirán su presencia en la región? Con el lento crecimiento de las exportaciones de la región y la difusión de las tendencias deflacionarias, los nuevos inversionistas extranjeras probablemente se abstendrán de hacer nuevos compromisos. Ford y General Motors, por ejemplo, deben estar lamentando sus decisiones del año pasado de invertir en importantes fábricas de armado de automóviles en Tailandia, basados en el juicio erróneo de que el mercado automotor de ese país y del resto de la región seguiría creciendo a un ritmo vertiginoso.

En el caso de Tailandia, la proyección de que sería el cuarto mercado mundial de automóviles se basó en la expansión del crédito al consumo. No obstante, con la restricción del crédito ya no se compran autos y las compañías financieras se los están retirando a los compradores insolventes, pero ellas también están a punto de quiebra. Pero si bien esas condiciones pueden asustar a los posibles inversionistas estadounidenses y europeos, tendrán mucho menor impacto en los japoneses, que están muy por delante de sus competidores estadounidenses en cuanto a convertir a la región en una base de producción integrada. Solo en Tailandia, hay más de 1.100 compañías japonesas consolidadas y únicamente un revés económico a gran escala revertiría su solidez. Como declaró un ejecutivo japonés a The Nation: La inversión japonesa "es una estrategia de inversión a largo plazo donde el aumento de las inversiones es de carácter anual, de manera que no creo que una devaluación del 10 o el 20 por ciento obligue a los inversionistas japoneses a cambiar sus estrategias de inversión en Tailandia".

En efecto, en la medida que la mayoría de su producción apunta a otros mercados, una disminución de la demanda local debido a un revés económico no tendrá efectos demasiado importantes en la rentabilidad de las empresas japonesas. De hecho, bien puede actuar a su favor en la medida que aminore las presiones de aumentos de salarios. Al mismo tiempo, la devaluación y la deuda han provocado una caída de las acciones de muchas compañías tailandesas y los inversionistas japoneses pueden aprovechar la crisis actual para comprar un interés de control en las empresas nacionales y ampliar su influencia al sector manufacturero local.

En suma, si bien la crisis financiara que azota a la ASEAN pueden indicar el fin del milagro del sudeste asiático, su resultado a largo plazo puede ser un fortalecimiento de la posición dominante del capital japonés en la región.

Walden Bello es codirector de Focus on the Global South, un programa de investigación política de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok, y profesor de sociología and administración pública en la Universidad de Filipinas.


 

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